Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

de la revista Play boy. Yo no creí tal falacia, sabía del interés de difamar
la obra del connotado senador, quien se encontraba en una silla de
ruedas sin poder hablar. Su estado de salud le impedía defenderse de las
calumnias de sus adversarios. Sólo podía mover el lado derecho del
cuerpo.
Como su biógrafo oficial, fui a visitarlo. Allí estaba, sosegado y en
paz, como los grandes genios. En mi intimidad pensaba en lo inútil de
la vida. Después de tantos años de consagración a un proyecto, después
de dedicarle parte de su vida a la actividad académica, venir Dios, por la
vía de un accidente, castrar intelectualmente a este hombre, individuo
preclaro de la economía internacional. Sabía que el ínclito interpretaba
mi pensamiento. Andrés Luciano miró fijamente a su biógrafo oficial y
pensó lo que nadie pudo escuchar: “Qué broma me echaron esos condenados,
menos mal que me quedó el lado derecho bueno, así podré
sacar los crucigramas que me llegarán por correo la semana próxima”.
Con gran sentimiento me alejé del lugar donde Andrés desarrolló
y planificó parte de su trabajo académico. Sólo se me ocurrió una proposición
que le llevaría al Secretario General del partido. En vista de
que el frustrado proyecto del connotado ciudadano era imposible de
conocer y en pago de los años dedicados por Andrés Luciano a tal actividad,
el partido debería presentar al senador, malogrado, por la
envidia de sus adversarios políticos, como candidato a miembro vitalicio
de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales del país.
JOQRJ
El proyecto de un connotado ciudadano