Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

Siete cruces en Agua de Vaca
Soy agüevaquero. Ustedes creerán que soy algo así como un cuáquero,
un mormón, un feligrés de una de esas religiones que todos los
años invaden al país o pensarán que soy militante de una de esas sectas
que están pudriéndoles el cerebro a los jóvenes del globo terrestre. No
señor, para vuestra tranquilidad, ese es mi gentilicio. Nací en un pueblo
insular llamado Agua de Vaca, situado muy cerca de la costa, donde el
aire fresco, el salitre y el olor a pescado forman parte del paisaje de esa
pequeña región.
Como dije antes, nací, me crié, estudié y trabajé en Agua de Vaca,
hasta que, por razones laborales, tuve que abandonar la isla y dirigirme a
la capital. Sin embargo, son tantos los recuerdos evocados cuando estoy
fuera de mi patria chica, que cada vez que puedo, voy a pasar las vacaciones
al terruño. Entonces, allí dedico mi vida disfrutando del aire insular,
compartiendo con los coterráneos y deleitándome en admirar con
regocijo cada milímetro del paisaje.
Recién pasé unas vacaciones y como es mi costumbre, recorro el
cementerio para conocer por vía directa las personas que han hecho del
campo santo la nueva residencia. Esta vez, me sorprendieron siete tumbas
de algunos personajes conocidos desde la infancia. Las sepulturas
RR