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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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se prolongaron durante cinco días continuos, como consecuencia de tu<br />

debilidad, dormiste como <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> durmiente durante casi un mes…<br />

—y continuaba el buenote—: Bueno pues, pensábamos en una sobredosis;<br />

si no hubiese sido porque vino el doctor Quildare, mejor dicho el<br />

bachiller, quien no ha hecho el rotatorio y tiene una materia pendiente,<br />

todavía estarías durmiendo.<br />

El buenote dirigía su mirada sensiblera buscando los ojos del<br />

hada bienhechora, los cuales tenían demasiado rímel y sombra que<br />

impedían verle el iris color guayoyo. Siempre aspiraba de el<strong>la</strong> una mirada<br />

tierna y amorosa, que envolviera con un manto de paz y tranquilidad<br />

a los otros seis.<br />

—Bueno pues, Peralta, cuídate mucho, mira que de ti dependemos<br />

todos.<br />

Los chiquitos ilegales, quienes vivían en el apartamento situado en<br />

<strong>la</strong> urbanización de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se media alta, intervenían en <strong>la</strong> pre<strong>para</strong>ción del<br />

atuendo <strong>para</strong> <strong>la</strong> fiesta a <strong>la</strong> cual asistiría Albanieves en busca del admirado<br />

y acosado príncipe Alicán. Uno, como ya dijimos anteriormente,<br />

le pegaba <strong>la</strong> tapita de cuero de chivo a <strong>la</strong> zapatil<strong>la</strong> de cristal, otro <strong>la</strong>vaba<br />

<strong>la</strong> vianda que llevaría Albita con <strong>la</strong> finalidad de traer <strong>la</strong> comida que<br />

sobrara de <strong>la</strong> fiesta. Otro, Reagan, tenía un curso de diseño y confección<br />

en París. Éste, había diseñado un delicado bolso de blonda, con<br />

una pasamanería muy rococó, con asa de carey y lentejue<strong>la</strong>s. El bolso<br />

serviría <strong>para</strong> que Albita metiera dentro de él los rollos de papel higiénico<br />

sobrante. Los siete y Peralta, sabían que <strong>la</strong> conserje del edificio<br />

amenazó con denunciarlos a Extranjería si los veía merodeando por el<br />

basurero de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta baja del edificio. Reagan afirmaba con iracundia:<br />

—Lo que pasa es que <strong>la</strong> vieja los recoge <strong>para</strong> el<strong>la</strong>; su hija, Benedicta,<br />

<strong>la</strong> bochinchera, va a hacer <strong>la</strong> primera comunión y quiere peinarse<br />

como nuestra Albanieves.<br />

—Albanieves Peralta, cuídate de <strong>la</strong> conserje —le decía Reagan al<br />

hada madrina— tengo un chisme de buena fuente. Esa vieja va a rega<strong>la</strong>rte<br />

un sobrecito de agujas infectadas <strong>para</strong> que, cuando puyes uno de<br />

los deditos te contagies de SIDA.<br />

Durante <strong>la</strong>rgo rato, el chiquito consejero, permaneció en silencio,<br />

escondiendo <strong>la</strong> cara entre <strong>la</strong>s manos. Sollozaba, imaginaba que su<br />

benefactora fuese víctima de tan terrible enfermedad. El pobre vislumbraba<br />

el deterioro físico de <strong>la</strong> protectora, su rostro f<strong>la</strong>co y manchado no<br />

necesitaría los potingues de sábi<strong>la</strong>, que él mismo le pre<strong>para</strong>ba. De entre<br />

JTSJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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