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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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con <strong>la</strong> bandeja de <strong>la</strong>s hostias. Cuando el sacerdote lo vio tendido sobre<br />

<strong>la</strong> alfombra algunos escucharon, yo entre ellos: “Me cago en <strong>la</strong> hostia.<br />

Llévense a este perdu<strong>la</strong>rio perezoso lejos del altar”. Luego de esta experiencia,<br />

<strong>la</strong> madre le pidió a Garibaldi que lo empleara en el supermercado;<br />

el italiano, al segundo día de trabajo lo encontró dormido en el<br />

depósito, acostado sobre los sacos de harina. Finalmente, Ildefonso,<br />

como buen nadador, quiso enseñar a Fidelito a nadar y el mocoso evidenció<br />

su flojera <strong>para</strong> ese deporte. Bien se merecía el sobrenombre<br />

“Caguepato”.<br />

En el re<strong>la</strong>to, Crispinita manifestó que el<strong>la</strong> misma había recomendado<br />

a <strong>la</strong> madre de Fidelito, que colocara sobre <strong>la</strong> cabeza del muchacho<br />

un turbante embadurnado de azufre, a ver si el perezoso maduraba un<br />

poco. Recuerdo haberlo visto en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya, con <strong>la</strong> cabeza tapada con un<br />

paño, parecía un príncipe hindú. Nunca olvidaré el olor sulfuroso con<br />

que se impregnaba el ambiente, mucha gente lo confundía hasta con el<br />

mismo diablo. Pero “Caguepato” seguía en su molicie. La <strong>la</strong>situd <strong>la</strong><br />

tenía incrustada en el alma, en <strong>la</strong>s venas y en los huesos.<br />

“Caguepato” crecía, llevado de <strong>la</strong> mano por <strong>la</strong> flojera. Nunca desempeñó<br />

un oficio o realizó actividad alguna. Se <strong>la</strong> pasaba comiendo<br />

con los pescadores, mirando el mar y durmiendo en uno de los botes.<br />

Un día, <strong>para</strong> <strong>la</strong> fiesta de <strong>la</strong> Virgen, anunciaron, <strong>para</strong> <strong>la</strong> noche una<br />

fuerte tempestad. Los pescadores pidieron a Fidelito que no se quedara<br />

durmiendo en el bote; corría grave peligro. Pero <strong>la</strong> flojera pudo más.<br />

“Caguepato” hizo caso omiso de los consejos y fue a dormir en uno de<br />

los botes. Durante <strong>la</strong> noche, <strong>la</strong> tormenta fue tan fuerte que rompió <strong>la</strong>s<br />

amarras que aseguraba el bajel donde dormía el perezoso. La marea<br />

arrastró <strong>la</strong> pequeña nave y más nunca se supo de Fidelito.<br />

Crispinita refirió, que no se pudo hacer <strong>la</strong> misa de cuerpo presente,<br />

sino que se usó una urna como representación del difunto. En el cementerio<br />

se construyó el cenotafio: monumento donde <strong>la</strong> familia reza<br />

por el alma del flojo perdido. Las oraciones evitarían que el espíritu de<br />

“Caguepato” deambu<strong>la</strong>ra por Agua de Vaca en búsqueda de otra víctima.<br />

Crispinita sentenció tal como lo había hecho en el velorio: “A<br />

Fidelito “Caguepato” lo mató <strong>la</strong> pereza”.<br />

Capítulo 3: Tritón de los siete mares<br />

Dos p<strong>la</strong>ceres tenía el viejo Ildefonso: jugar a los gallos y nadar. Para<br />

comp<strong>la</strong>cer el primero, se le veía en <strong>la</strong> gallera del pueblo apostando grandes<br />

JSMJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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