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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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corrió a buscar un ungüento <strong>para</strong> bajarle ese bendito peculio que no terminaba<br />

de deshincharse, puesto que en <strong>la</strong> carta que había recibido le<br />

reiteraba que éste le había aumentado. Corrió y buscó entre los vecinos<br />

muchas botel<strong>la</strong>s y recipientes <strong>para</strong> que Tolstoi guardara en el<strong>la</strong>s <strong>la</strong><br />

liquidez a <strong>la</strong> que se había referido en <strong>la</strong> carta, y que lo estaba deshidratando.<br />

“¿Será que está miando mucho?”, pensó en voz alta nuestra pueblerina.<br />

Se fue al pueblo a comprar bastante estambre; tenía que hacerle<br />

al marido un periplo que le quedara bien y al regreso del pueblo, pasó<br />

por <strong>la</strong> casa de su comadre Alfonsina <strong>para</strong> que le prestara una pomada<br />

<strong>para</strong> untarle a Tolstoi en <strong>la</strong> cornucopia ya que una prostituta l<strong>la</strong>mada<br />

Cibeles le había pegado una ma<strong>la</strong> enfermedad.<br />

En fin, tal como lo prometido, el agricultor fue en busca de <strong>la</strong><br />

familia y <strong>la</strong> trajo a <strong>la</strong> gran ciudad. Cuando Nefertiti observó <strong>la</strong> escalera<br />

que tenía que subir <strong>para</strong> llegar a <strong>la</strong> casa, casi se desmayó. El<strong>la</strong>, acostumbrada<br />

a caminar a campo traviesa, ¿cómo iba hacer <strong>para</strong> subir y bajar<br />

tantos escalones?<br />

Se podrán imaginar <strong>la</strong> cantidad de trabajo que pasó esta familia en<br />

su nuevo hogar. Aunque Tolstoi se empeñaba en creer que eran muy<br />

felices, en su interior sabía que <strong>la</strong>s cosas no marchaban como él esperaba.<br />

La familia después de mucho esfuerzo se integró al barrio. Nefertiti<br />

hizo re<strong>la</strong>ciones sociales con <strong>la</strong>s otras mujeres de <strong>la</strong> localidad en el l<strong>la</strong>mado<br />

“Club La Pi<strong>la</strong>”. Este no era más que el grupo de vecinas que se<br />

congregaban alrededor de <strong>la</strong> pi<strong>la</strong> de agua situada en el escalón ciento<br />

veintidós. A este sitio acudían los vecinos de <strong>la</strong> comunidad <strong>para</strong> proveerse<br />

del vital líquido. Mientras <strong>la</strong> esposa de Tolstoi esperaba turno<br />

<strong>para</strong> abastecerse de agua con algunos recipientes, conversaba con <strong>la</strong>s<br />

vecinas sobre <strong>la</strong>s miserias y problemas que por esos <strong>para</strong>jes agobian a<br />

sus moradores. Es que <strong>para</strong> los pobres el hambre y <strong>la</strong>s desgracias son<br />

como el cielo, nunca terminan.<br />

Los hijos de nuestros héroes comenzaron a estudiar en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> que<br />

quedaba en el escalón número cuatrocientos. Esto permitía, a <strong>la</strong> abnegada<br />

madre, vigi<strong>la</strong>rlos cuando iban y venían del establecimiento esco<strong>la</strong>r.<br />

Pasaron años que los otrora campesinos permanecían en <strong>la</strong> capital;<br />

no vale <strong>la</strong> pena describir cuántos y cuáles fueron los padecimientos de<br />

nuestra familia en <strong>la</strong> zona de <strong>la</strong>s luces altas de <strong>la</strong> gran metrópolis. Con<br />

los esfuerzos y sacrificios de los padres Andamaro El Grande estudiaba<br />

segundo año de Derecho en <strong>la</strong> universidad, Cleopatra tenía dieciséis<br />

JNMQJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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