Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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ofrecía <strong>la</strong> independencia, <strong>la</strong> libertad de comercio y luego, <strong>la</strong> libertad de<br />
los esc<strong>la</strong>vos.<br />
En fin, después de pasar casi cuatrocientos años viviendo y pensando<br />
que todo lo que nos había dado <strong>la</strong> madre patria era bueno, ahora<br />
había que destruirlo. Fue una época ca<strong>la</strong>mitosa. Había españoles, negros<br />
e indios al <strong>la</strong>do del patiquín peleando contra los españoles, negros e<br />
indios que estaban en el ejército del “Urogallo”.<br />
Fue entonces cuando descubrí que era venezo<strong>la</strong>no. Antes decía<br />
simplemente, soy súbdito de <strong>la</strong> Corona. El patiquín nos arengaba un<br />
sentimiento libertario afianzando nuestra nacionalidad y por tal razón,<br />
debíamos se<strong>para</strong>rnos de <strong>la</strong> monarquía. Nos habló de igualdad, libertad<br />
y fraternidad, pa<strong>la</strong>bras de uso diario en una revolución que se había gestado<br />
en un país europeo en <strong>la</strong> cual peleó, por cierto, nuestro Precursor y<br />
dicen que, también el conde Saint Germain.<br />
La vida transcurrió, viviendo de miserias, de muertes, enfermedades,<br />
pero eso sí afianzamos nuestra nacionalidad venezo<strong>la</strong>na. Nuestros<br />
l<strong>la</strong>nos, montañas, ríos y nuestra geografía fueron recorridos por<br />
hombres a caballos, canoas, curiaras, carretas, los cuales llevaban una<br />
asta en <strong>la</strong> que ondeaba <strong>la</strong> orif<strong>la</strong>ma tricolor signo de nuestra nacionalidad.<br />
Viví lo suficiente como <strong>para</strong> ver coronado los esfuerzos de los ejércitos<br />
libertadores, hasta que me vino otra confusión: el antiguo patiquín,<br />
ahora general del Ejército Libertador le cambió el nombre del<br />
país por <strong>la</strong> cual habíamos peleado y ahora lo l<strong>la</strong>maba Colombia.<br />
Cuando arengaba su fino verbo nos decía ¡colombianos! Entonces ¿qué<br />
había ocurrido? ¿Qué pasó con <strong>la</strong> venezo<strong>la</strong>nidad? En <strong>la</strong> medida que<br />
más vivía, más me confundía ¿no existirá un filósofo chino que tenga<br />
una máxima que diga “vive más <strong>para</strong> que te confundas más”? Si no<br />
existe <strong>la</strong> debo registrar como mía; el aforismo del “longevo americano”.<br />
En verdad eso de ser colombiano no me molestaba. Comencé a<br />
tomarme mis tintos por <strong>la</strong> mañana, aprendí a cocinar sobre barriga,<br />
libaba de vez en cuando mi aguardientito y nunca me faltaron en <strong>la</strong><br />
mesa <strong>la</strong>s papas chorreadas. Tenía <strong>la</strong> seguridad de que ahora era colombiano<br />
tal como lo aseguraba el Libertador.<br />
No crean que lo que vino después fue mucho mejor. Nada podía<br />
ser eterno, el único perpetuo soy yo. A pesar de que me adaptaba a <strong>la</strong>s<br />
nuevas formas, comencé a comprender que todo tiende a cambiar.<br />
Uno de los generales del Ejército Libertador, un rubio recio, de los<br />
que combatían por el l<strong>la</strong>no a lomo de caballo y <strong>la</strong>nza, que le mereció el<br />
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