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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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que desarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s piernas <strong>para</strong> poder llegar a su domicilio. En aquellos<br />

<strong>para</strong>jes donde el logro de <strong>la</strong>s esperanzas está tan lejos como <strong>la</strong> altura de<br />

sus hogares. Es decir, nuestro agricultor alquiló una pequeña casa en una<br />

de <strong>la</strong>s miles de <strong>la</strong>s zonas marginales que acordonan <strong>la</strong> capital. Para llegar<br />

al rancho alqui<strong>la</strong>do, Tolstoi tenía que subir trescientos veintiséis escalones,<br />

los cuales contó el primer día que durmió en su nuevo hogar. Al llegar<br />

arriba comprendió él porqué de <strong>la</strong>s luces bajas y <strong>la</strong>s altas de <strong>la</strong> ciudad.<br />

Mucho fue el trabajo que pasó Tolstoi en su nueva casa. Compartió<br />

sus miserias, lo único que podía compartir con sus vecinos, hasta<br />

que uno de ellos lo entusiasmó un día:<br />

—Carajo, “filósofo”, tú que no gastas dinero en nada ¿por qué no<br />

juegas un número en <strong>la</strong> lotería? —nuestro hombre siguió el consejo del<br />

vecino y jugó el trescientos veintiséis en un terminal del juego de azar.<br />

La suerte acompañó al “filósofo” al ganarse una módica cantidad<br />

de dinero. Esto permitió mandar a buscar a <strong>la</strong> mujer y a los hijos <strong>para</strong><br />

compartir con ellos una vida dura. Estaba convencido que pronto<br />

podría residir en <strong>la</strong> ciudad de <strong>la</strong>s luces bajas. Decidió ir por su familia y<br />

<strong>para</strong> ello le escribió una carta a <strong>la</strong> esposa en los siguientes términos:<br />

Querida Nerfertiti:<br />

Después que abandoné mis ocupaciones en <strong>la</strong> economía informal quiero<br />

anunciarte que mi situación <strong>la</strong>boral ha mejorado enormemente. Actualmente<br />

me desempeño, de manera estable, en <strong>la</strong> pequeña y <strong>la</strong> mediana<br />

industria y por lo tanto dispongo de cierta liquidez monetaria, por tal<br />

razón mi peculio ha aumentado. Esto me permite el gozo de ir por mi<br />

prole; a partir de ahora, podré compartir con mi familia en <strong>la</strong> gran metrópolis.<br />

Además, por esta misiva quiero comunicarte, que <strong>la</strong> diosa Cibeles,<br />

quien lleva sobre sus rodil<strong>la</strong>s <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve de los tesoros terrenales, me abrió<br />

con el<strong>la</strong> <strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong> fortuna y por esto pude agrandar mi cornucopia y<br />

mi hacienda.<br />

Este fin de semana apareja todos los enceres y los de los niños, <strong>para</strong> que<br />

vengas conmigo a <strong>la</strong> capital, junto con Andamaro El Grande, Cleopatra y<br />

Laomedonte. Prepárate <strong>para</strong> el periplo que tenemos que realizar hacia <strong>la</strong><br />

gran ciudad y así, de nuevo, podremos disfrutar nuestra vida en común en<br />

nuestro nuevo <strong>la</strong>r<br />

Pobrecita nuestra ignara campesina. Al recibir <strong>la</strong> misiva se contentó<br />

de tener noticias del marido. De inmediato, después de leer<strong>la</strong>,<br />

JNMPJ<br />

Luces de <strong>la</strong> gran ciudad

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