Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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El “no te angusties” de su mujer no tuvo efecto, porque José Ángel<br />
sí se perturbó. Se puso pálido y se quedó estupefacto ante el problema<br />
p<strong>la</strong>nteado por su amada esposa. El mutismo era <strong>la</strong> mejor evidencia del<br />
temor a enfrentar una cruda realidad y transcurridos varios segundos<br />
preguntó:<br />
—¿Qué le pasa a mi niña, Yenifer? —luego, con su rostro de marcada<br />
angustia, formuló <strong>la</strong> pregunta esperada—: ¿Anita se desarrolló<br />
prematuramente?<br />
La esposa contempló <strong>la</strong> cara de preocupación de su esposo y con<br />
voz trému<strong>la</strong> le manifestó:<br />
—No, no es eso, es algo peor. Nuestra hija es una niña erótica —y<br />
luego de ello se postró sobre <strong>la</strong> almohada y se vino en l<strong>la</strong>nto. Ante tal<br />
respuesta el buen padre levantó los brazos y <strong>la</strong>s manos hacia el cielo,<br />
como queriendo atrapar su ángel de <strong>la</strong> guarda <strong>para</strong> preguntarle por qué<br />
le había echado tremenda broma. Con onda preocupación le pidió a su<br />
mujer que ahogara su l<strong>la</strong>nto y le respondiera:<br />
—Yenifer, ¿cómo puedes afirmar que nuestra querida niña está<br />
presa del erotismo?<br />
Estas pa<strong>la</strong>bras <strong>la</strong>s pronunciaba José Ángel, mezclándo<strong>la</strong>s con su<br />
pensamiento, donde veía a Satán o algún espíritu maligno dentro del<br />
cuerpecito de su niña. A su memoria le vinieron los súcubos; sabía que<br />
su hija fue bautizada por su tío Jorge, seminarista y casi santo. Su mujer<br />
balbuceó con una voz apagada y llorosa:<br />
—¿Habrá que hacerle un exorcismo como el que vi en una pelícu<strong>la</strong>?<br />
José Ángel tomó nuevamente <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra y le formuló una pregunta:<br />
—No, no puede ser ¿qué argumentos tienes <strong>para</strong> afirmar semejante<br />
locura?<br />
La patibu<strong>la</strong>ria mujer sacó <strong>la</strong> cara de <strong>la</strong>s profundidades de <strong>la</strong> almohada<br />
y le contestó a su esposo <strong>la</strong> cruda realidad:<br />
—Anita me confesó que había tenido un sueño erótico.<br />
Así sentenció Yenifer con voz quejumbrosa y se tendió en los<br />
brazos de su esposo, quien <strong>la</strong> sintió como derretida, casi como que su<br />
sistema óseo fuera de mantequil<strong>la</strong>.<br />
—¡¿Un sueño erótico?! —gritó José Ángel— Y ¿cuál sueño fue<br />
ese? —repreguntó sorprendido el hombre a su mujer, quien se encontraba<br />
en sus brazos tendida como una muñeca de trapo.<br />
—Yo no sé José Ángel, tú bien sabes que yo no estoy enterada de<br />
esas cosas, no se lo pregunté. Además en muy pocas ocasiones me he<br />
JOSUJ<br />
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