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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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nuestro primer título: “el Precursor”. Nuestro galo precursor no fue<br />

mucho lo que pudo hacer. Nuestras castas sociales a lo único que<br />

estaban acostumbrados era al bochinche y no iban a abandonar su<br />

comodidad <strong>para</strong> cambiar<strong>la</strong> por una férrea disciplina europea, a <strong>la</strong> que<br />

estaba acostumbrado el recién llegado. Peor aún por <strong>la</strong>s venas de este<br />

aventurero no corría sangre noble, sino <strong>la</strong> de bodeguero.<br />

Me mantuve ajeno a todo eso. Seguía viviendo, a esto era a lo único<br />

que estaba acostumbrado; tenía mi india, mis indiecitos y no era mucho<br />

lo de trabajar <strong>para</strong> poder vivir. Tenía un conuco, unas gallinitas, pescaba<br />

con tranquilidad, evidentemente mis productos no eran <strong>para</strong> <strong>la</strong><br />

exportación, estos no tenían denominación de origen, ni control de<br />

calidad. Para <strong>la</strong> época cuando se escucharon nuevamente voces libertarias,<br />

supe de un joven zambo o pardo, de baja estatura, con patil<strong>la</strong>s y<br />

bigotes, un poco arrogante, que quiso seguir lo que había empezado el<br />

Precursor. Recuerdo cierta vez cuando, en un terremoto, el criollo se<br />

paró sobre los escombros y arengó contra Dios y contra <strong>la</strong> naturaleza,<br />

ya que él <strong>la</strong> obligaría a obedecerle.<br />

En esta parte de mi vida empecé a dudar de <strong>la</strong> religión, pues si el<br />

patiquín iba a obligar a <strong>la</strong> naturaleza y a Dios a obedecerle, era porque<br />

esa deidad no era tan omnipotente. Acá surgen mis primeros conflictos,<br />

pero miren lo que continúa.<br />

Nosotros los indios acostumbrados a los peninsu<strong>la</strong>res como dueños<br />

y señores de <strong>la</strong>s tierras y de nuestras voluntades, no podíamos imaginar<br />

que existiera otra forma de vida. Ahora venía este petimetre criollo, el<br />

que nombré anteriormente, a decirles a esos isleños y a esos gallegos que<br />

<strong>contar</strong>an con <strong>la</strong> muerte aún siendo indiferentes. Surgieron <strong>para</strong> mí <strong>la</strong>s<br />

primeras dudas: este patiquín quería romper con el establecimiento<br />

político de <strong>la</strong> época, al que todos estamos acostumbrados. ¿Quería eso<br />

decir que los peninsu<strong>la</strong>res eran tan mortales como nosotros? Mi mundo<br />

se derrumbó. Tenía tantos años viviendo y ahora debía cambiar todos<br />

mis hábitos.<br />

Continué viviendo en el caos. Me uní a <strong>la</strong>s fi<strong>la</strong>s libertadoras que<br />

comandaba el dandy de <strong>la</strong>s patil<strong>la</strong>s, al que le fue otorgado el título de “el<br />

Libertador”. Otros indios y negros se unieron a otro comandante que le<br />

endilgaron otro adjetivo que le resaltaba su gran dignidad, lo l<strong>la</strong>maron<br />

“el Urogallo”. Ambos líderes prometieron cosas. El segundo afirmaba<br />

que le iba a quitar <strong>la</strong>s tierras a los b<strong>la</strong>ncos y se <strong>la</strong>s iba a rega<strong>la</strong>r a los indios<br />

y a los negros que formaban su ejército. El primero, mucho más idealista<br />

JNNPJ<br />

Longevo americano

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