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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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a horribles y dolorosas torturas, les daba un tiro en <strong>la</strong> nuca. Para estas<br />

crueldades había sido entrenado.<br />

La voz del presidiario tomó un descanso como evocando esa época<br />

y continuó:<br />

—Yo le decía al Chino: “Así no se mata a un hombre, ni aún siendo<br />

enemigo de <strong>la</strong> patria”. Pues sí, licenciado, mis muertos eran limpios,<br />

un solo tiro y zuás, caían patas pa’rriba. En un año de campaña, escríbalo<br />

ahí, licenciado, me eché al pico treinta y cuatro “objetivos”. En esa<br />

guerra tan cara fue mucho lo que le ahorré al Ministerio; no desperdiciaba<br />

ni una ba<strong>la</strong>. Mi arrojo y valentía sirvieron <strong>para</strong> premiarme con<br />

una medal<strong>la</strong> al mérito y otra, al valor del soldado. Además, permanecí<br />

en el primer puesto en el cuadro de honor durante seis meses. Me convertí<br />

en un héroe de <strong>la</strong> patria. Seguí los pasos de los gloriosos soldados<br />

del ejército libertador.<br />

No dejaba de sorprenderme <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Nemesio. Recordaba<br />

muchas de <strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s que venían del Norte, <strong>la</strong>s cuales constituyen<br />

una verdadera apología a <strong>la</strong> destrucción de <strong>la</strong> humanidad y continué<br />

escuchando.<br />

—Todos los días los oficiales que conducían <strong>la</strong> lucha antiguerrillera<br />

nos daban un discurso <strong>para</strong> exacerbarnos los ánimos y exaltarnos los<br />

odios hacia nuestros hermanos, quienes estaban cobijados con <strong>la</strong> misma<br />

nacionalidad. En estas peroratas siempre estaba presente <strong>la</strong> necesidad<br />

de vivir en paz, democracia y libertad —<strong>para</strong> ese momento creí que el<br />

antiguo soldado había terminado pero siguió conversando—. Como en<br />

<strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s, <strong>la</strong> guerra <strong>la</strong> ganan los buenos y los malos <strong>la</strong> pierden.<br />

Teníamos <strong>la</strong> seguridad que el triunfo nos permitía asegurar que ninguna<br />

bota extranjera pisotearía el suelo sagrado de nuestra patria. Al<br />

llegar al cuartel, una vez de regreso y orgulloso de nuestro triunfo, recibí<br />

los homenajes que merecían los héroes de <strong>la</strong> patria. Allí estaba mi<br />

mamá y mis doce hermanos, viendo en mi pecho los ga<strong>la</strong>rdones que me<br />

acreditaban como un gran soldado, heredero de <strong>la</strong>s Huestes Libertadoras.<br />

Como el Alto Mando del Ejército tenía <strong>la</strong> seguridad que <strong>la</strong> patria<br />

no estaba en peligro, nos dieron de baja. Yo, con dos medal<strong>la</strong>s me enorgullecía<br />

de ser garante de <strong>la</strong> paz, <strong>la</strong> democracia y <strong>la</strong> libertad. Anótelo ahí,<br />

licenciado.<br />

Introduje el segundo casete y <strong>la</strong> voz del soldado continuó saliendo<br />

por los par<strong>la</strong>ntes del equipo.<br />

JVOJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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