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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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estaban colocadas una a continuación de <strong>la</strong> otra con fechas de fallecimientos<br />

casi seguidas; dos de el<strong>la</strong>s cenotafios y en <strong>la</strong>s otras cinco, los<br />

restos reposan en una paz sepulcral. En vida, eran del tipo de personas<br />

que en los pueblos son muy popu<strong>la</strong>res, por una u otra razón. En fin,<br />

estas muertes tan repentinas y consecutivas parecían algo extrañas.<br />

Como eran cosas de difuntos me dirigí a <strong>la</strong> casa de Crispinita<br />

Marcano, una persona avezada en lo que se refiere a muertos; el<strong>la</strong> es <strong>la</strong><br />

que siempre dirige los rosarios, tanto en el velorio como en los novenarios<br />

y por lo tanto debía estar enterada de lo ocurrido.<br />

Crispinita es una mujer nacida vieja, vive siendo vieja. Creo que<br />

vivirá eternamente como una vieja y nunca morirá. La recuerdo desde<br />

que yo era joven, tenía toda su piel envuelta con una manta de arrugas.<br />

Nunca he visto a una hechicera. Pienso que por su apariencia, hubiese<br />

servido <strong>para</strong> interpretar <strong>la</strong> bruja de B<strong>la</strong>nca Nieves. La figura enjuta de<br />

gran estatura, el pelo siempre despeinado, los dientes carcomidos de<br />

tanto mascar tabaco, le daban un raro aspecto. Pero a su favor puedo<br />

decir, que este rostro distaba mucho del carácter y conversación de <strong>la</strong><br />

amiga. Cuando estoy a su <strong>la</strong>do, bajo una palmera y una bebida refrescante,<br />

podemos p<strong>la</strong>ticar horas y horas sin importar el tiempo que permanezcamos<br />

juntos.<br />

Teniendo como fondo un gran manto azu<strong>la</strong>do, musicalizado por <strong>la</strong><br />

cadencia de <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s del mar, inicié <strong>la</strong> conversación con el único interés de<br />

averiguar sobre los dos cenotafios y <strong>la</strong>s cinco tumbas que vi en el cementerio.<br />

Sabía que Crispinita tenía <strong>la</strong> respuesta, porque desde que <strong>la</strong><br />

conozco siempre ha estado presente en todos los actos fúnebres del<br />

pueblo. En los velorios tiene por costumbre, antes de dar inicio a los<br />

rezos, tal como si fuera un médico forense, decir el nombre o el apodo<br />

del antiguo vivo y dar <strong>la</strong> causa de su muerte. Recuerdo cuando murió mi<br />

tío; dijo con voz solemne, manteniendo el tabaco en su mano izquierda:<br />

—Goyito Sa<strong>la</strong>zar, te falló el corazón y te moriste; que en paz descanse.<br />

Iniciemos el rosario.<br />

En efecto el tío Gregorio había muerto de un infarto. Después de<br />

estas pa<strong>la</strong>bras comenzó el acto sagrado y el<strong>la</strong>, como directora de un<br />

orfeón, dirigió los rezos.<br />

La conversación con Crispi, así <strong>la</strong> l<strong>la</strong>maban, fue muy <strong>la</strong>rga, me dio<br />

los detalles de lo ocurrido a <strong>la</strong>s personas enterradas en <strong>la</strong>s siete tumbas y<br />

sentenció:<br />

—Eso le pasó a esos grandes carajos por vio<strong>la</strong>r <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra sagrada.

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