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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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En lo que se refiere con los deberes familiares del novel casado, es<br />

penoso ac<strong>la</strong>rar que Narciso se consideró sin obligaciones económicas<br />

que cumplir, argumentando que el padre de Verónica tenía dinero.<br />

Además, su esposa ejercía como traductora <strong>para</strong> varias empresas editoras<br />

transnacionales, lo que le generaba buenos ingresos a su cónyuge.<br />

Por lo tanto, nuestro querido amigo se sintió liberado de cualquier<br />

compromiso económico <strong>para</strong> con su esposa. Su vida social era tan<br />

intensa, que lo había alejado del tá<strong>la</strong>mo nupcial de su hogar, despertando<br />

en Verónica unos celos exacerbados que casi <strong>la</strong> volvían loca. Este<br />

fue el inicio del fin de <strong>la</strong> vida de mi amiga.<br />

A Narciso se le veía con frecuencia en los mejores salones de los<br />

hoteles de lujo, donde celebran fastuosas fiestas que <strong>la</strong>s personas con<br />

dinero suelen hacer. En éstas los asistentes suelen hab<strong>la</strong>r de sus riquezas,<br />

también sirven <strong>para</strong> que <strong>la</strong>s esposas y los esposos comenten entre ellos<br />

sus infidelidades, <strong>la</strong>s desgracias matrimoniales y de <strong>la</strong> futesa de sus vidas.<br />

En esos ambientes se desenvolvía nuestro seductor, usualmente, de <strong>la</strong><br />

manera más descarada, se le veía acompañado de bel<strong>la</strong>s mujeres. Estos<br />

escenarios despertaban <strong>la</strong> ira y los celos de Verónica.<br />

La razón y el amor, por lo general marchan por caminos opuestos,<br />

es casi imposible que una mujer enamorada utilice <strong>la</strong> racionalidad <strong>para</strong><br />

explicar ciertos comportamientos. Muchas veces nos reunimos en un<br />

café <strong>para</strong> hab<strong>la</strong>r de sus desdichas y de su fracaso matrimonial. Tuve el<br />

atrevimiento de sugerirle <strong>la</strong> posibilidad del divorcio, antes que le dedicara<br />

más tiempo y dinero al seductor incorregible. Pero ante mi propuesta,<br />

surgieron <strong>la</strong>s contrapropuestas. El<strong>la</strong> aspiraba que su marido con<br />

el tiempo se corrigiera, que a lo mejor, cuando tuvieran un niño su<br />

actitud cambiaría. Además, ese día me enteré, que Verónica le conseguiría<br />

una representación comercial en el país de <strong>la</strong> compañía de su<br />

padre, <strong>para</strong> que él <strong>la</strong> dirigiera. En fin, consiguió los mejores argumentos<br />

<strong>para</strong> asegurarme que su querido marido cambiaría de actitud y<br />

así recuperaría el amor que había perdido. Ante tal arremetida, le di<br />

otros consejos y tal como los p<strong>la</strong>cebos, estos no sirvieron <strong>para</strong> nada. Su<br />

conversación, por lo general, iba acompañada de lágrimas que brotaban<br />

de sus ojos, como un ácido que <strong>la</strong>ceraba un corazón angustiado.<br />

Aparte del derrumbe matrimonial y emocional de Verónica, su<br />

actitud ante <strong>la</strong> vida fue cambiando, desarrolló cierta esquizofrenia<br />

motivada por los celos hacia su marido. Todo el tiempo estaba persiguiéndolo,<br />

le puso detectives <strong>para</strong> que le informaran paso por paso sus<br />

JURJ<br />

Celos

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