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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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La cabaña del tío Tom, lo comparó con el personaje central de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> y<br />

de inmediato sintió un gran afecto por él.<br />

—No se preocupe, señor Julián, yo sé tratar a los niños y además,<br />

aspiro no tener problemas con <strong>la</strong>s maestras y <strong>la</strong> secretaria de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>.<br />

Julián se sonrió, bajó <strong>la</strong> cara y se miró los pies, cubiertos por unas<br />

alpargatas desgastas por el uso. Trató de esconderlos detrás de una sil<strong>la</strong>,<br />

como queriendo ocultar su destrozado aspecto ante <strong>la</strong> presencia sudorosa,<br />

acica<strong>la</strong>da y joven de <strong>la</strong> maestra Zunilde. Como si el avejentado<br />

aspecto y lo raído su ropa, producido por años de sufrimientos, fuera<br />

algo por lo que debía avergonzarse.<br />

—Ay, maestra Zunilde, uté está equivocá. Como siempre, en <strong>la</strong><br />

capital metiendo embustes.<br />

La directora colocó <strong>la</strong> maleta sobre el piso y cuando ya se disponía a<br />

sentarse <strong>para</strong> continuar <strong>la</strong> conversación pegó un grito despavorido, al<br />

sentir por su cabeza y por su pelo el revoloteo de una cosa.<br />

—No se asuste directora, esos son los murcié<strong>la</strong>gos, esos no hacen<br />

na’, pero los otros sí.<br />

La maestra Zunilde se recuperó del susto y una vez más tranqui<strong>la</strong>,<br />

preguntó a Julián:<br />

—¿Por qué dices que en <strong>la</strong> capital siempre mienten?<br />

El obrero se paró <strong>para</strong> espantar el murcié<strong>la</strong>go con un trapo rojo y<br />

fue en busca de una totuma <strong>para</strong> llevarle café a <strong>la</strong> joven acompañante.<br />

—Tómese un poquito que está recién co<strong>la</strong>o.<br />

La maestra agarró <strong>la</strong> totuma con dificultad, puesto que sólo hacía<br />

uso de tasas <strong>para</strong> beber, se mantuvo esperando con ansiedad <strong>la</strong> respuesta<br />

del viejo.<br />

—Directora, esta escue<strong>la</strong> tiene so<strong>la</strong>mente dos maestras, una es <strong>la</strong><br />

señora Benita B<strong>la</strong>nco, el<strong>la</strong> no pudo vení a recibir<strong>la</strong> po’que está cortando<br />

racimos de topochos. La maestra Benita da c<strong>la</strong>se de primero, segundo y<br />

tercer grado a los cuatro alumnos que tiene: Andrés de dieciséis años<br />

que estudia primer grado, Julio el hijo de Monzón, el que tiene <strong>la</strong><br />

bodega. Este manganzón estudia segundo grado y tiene catorce años y<br />

<strong>la</strong>s dos hijas de Tomasa, <strong>la</strong> que barre <strong>la</strong> iglesia cuando viene el cura, el<strong>la</strong>s<br />

estudian tercero y tienen dieciséis y diecisiete años.<br />

La joven directora se mostró estupefacta ante lo confirmado por<br />

Julián. Miraba y miraba <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, <strong>la</strong> com<strong>para</strong>ba con <strong>la</strong>s que el<strong>la</strong> conocía<br />

en <strong>la</strong> capital, en <strong>la</strong>s que el<strong>la</strong> había realizado sus prácticas docentes y<br />

notaba que en nada se parecían.<br />

JNOQJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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