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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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adentro, dirigieron los pasos directamente hacia el cuarto de María de<br />

los Ángeles. La encontraron sobre <strong>la</strong> cama con convulsiones, aferrándose<br />

a <strong>la</strong> vida, pero el innombrable <strong>la</strong> arrancó de este <strong>la</strong>do y se <strong>la</strong> llevó<br />

con él. Sólo se escuchó un grito desgarrador: era el estertor de una<br />

muerta. El padre Anselmo observó sobre <strong>la</strong> mesa de noche de <strong>la</strong> difunta<br />

el dinero caliente, el óbolo del pecado que Garibaldi había entregado<br />

antes. El europeo, con el susto y el apuro, había olvidado el efectivo,<br />

pagados por los favores p<strong>la</strong>centeros que recibiría de <strong>la</strong> bacante. El religioso<br />

lo tomó y Crispinita recordó sus pa<strong>la</strong>bras: “Esto lo confisco como<br />

ofrenda hacia <strong>la</strong> iglesia, por <strong>la</strong>s ofensas que María de los Ángeles hizo a<br />

nuestro Señor”. Todos los presentes exc<strong>la</strong>maron “Amén”, como si<br />

fuese una plegaria. El clérigo cerró los ojos de <strong>la</strong> difunta y administró <strong>la</strong><br />

extremaunción, <strong>para</strong> que el viaje al infierno fuese menos escabroso.<br />

No se supo qué le dijo Garibaldi a <strong>la</strong> señora y cómo explicó su desnudez,<br />

cuando corría como un loco por <strong>la</strong>s calles de Agua de Vaca, pero<br />

<strong>la</strong> esposa se conformó con <strong>la</strong> explicación de su marido: “María de los<br />

Ángeles me puso un daño y el diablo se metió dentro del cuerpo”. Algo<br />

así como una locura momentánea, <strong>la</strong> cual había comenzado por <strong>la</strong> bragueta<br />

y terminado con un susto.<br />

El padre no prestó <strong>la</strong> iglesia <strong>para</strong> <strong>la</strong> misa de difunto de cuerpo presente,<br />

dada <strong>la</strong> impudicia de <strong>la</strong> fallecida. Algunos nos pusimos de acuerdo<br />

<strong>para</strong> realizar el velorio en <strong>la</strong> propia casa de <strong>la</strong> pecadora, herencia de su<br />

madre. Asistieron pocas personas y, entre el<strong>la</strong>s, vieron a Garibaldi y a su<br />

esposa, como <strong>para</strong> no darle importancia a lo acontecido. Crispinita contó,<br />

que antes de iniciar el rezo <strong>la</strong> sentencia fue: “María de los Ángeles de<br />

<strong>la</strong> Virgen del Valle Vil<strong>la</strong>lba te mató <strong>la</strong> lujuria”. Pero <strong>la</strong> mujer del italiano<br />

comentó en voz baja: “María de los Ángeles, moriste por puta”.<br />

Capítulo 6: El mundial de fútbol<br />

Tres cosas caracterizaban a Garibaldi Mancini: <strong>la</strong> <strong>la</strong>scivia, puesto<br />

que sus miradas libidinosas desvestían a <strong>la</strong>s mujeres que frecuentaban el<br />

supermercado; <strong>la</strong> gu<strong>la</strong>, porque todos conocían su afición a <strong>la</strong> comida,<br />

por lo tanto exhibía una prominente barriga; y por último, el mal genio.<br />

De todas estas, a <strong>la</strong>s que el padre Anselmo le sacaba más provecho,<br />

era al mal genio. Garibaldi se ponía bravo por cualquier cosa. Los dos<br />

europeos, puesto que el sacerdote había nacido en La Coruña, era el embajador<br />

gallego en Agua de Vaca, discutían todo el tiempo sobre <strong>la</strong>s bondades<br />

de los productos autóctonos de sus regiones. Cuando el italiano<br />

JSSJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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