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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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En mi época de mozo había leído El proceso del autor checo Franz<br />

Kafka; siempre pensé que este genio de <strong>la</strong> literatura universal era un<br />

escritor de ficción, pues <strong>la</strong> trama de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> nunca le podía ocurrir a<br />

ningún mortal. Pero si el checo estuviera vivo y le <strong>contar</strong>a lo ocurrido, mi<br />

experiencia hubiese sido fuente de inspiración <strong>para</strong> <strong>la</strong> trama de su nove<strong>la</strong>.<br />

Salimos del recinto y nos dirigimos a un parque a meditar; pedirle a<br />

Krisna que nos acogiera en su seno y nos diera <strong>la</strong> paz y <strong>la</strong> tranquilidad<br />

necesaria <strong>para</strong> no perder <strong>la</strong> fe en <strong>la</strong> oficina de catastro. Luego nos marchamos<br />

a solicitar <strong>la</strong> partida de matrimonio.<br />

Papel sel<strong>la</strong>do, no hay, venga dentro de un mes. Se cumplió el mes.<br />

Estampil<strong>la</strong>s, están agotadas. Vengan dentro de dos meses. Finalmente<br />

luego de cinco meses obtuvimos <strong>la</strong> partida de matrimonio.<br />

Cuando abandonamos <strong>la</strong> jefatura había en <strong>la</strong> calle una algarabía,<br />

un jolgorio, una caravana de automóviles. Era un año electoral.<br />

Llegamos a <strong>la</strong> taquillera cornuda.<br />

—Señora, ¿cómo está su marido?, ¿sigue saliendo con <strong>la</strong> misma<br />

joven de <strong>la</strong> otra vez?<br />

Era mi venganza. Sentí unas saetas hirientes que salieron de sus<br />

ojos con <strong>la</strong> segura intención de fulminar mi corazón. Ahora, era yo<br />

quien sostenía una sonrisa de bur<strong>la</strong>. Le entregué <strong>la</strong> partida de matrimonio.<br />

Le volvió a colocar fuertemente un sello sobre <strong>la</strong> cabeza de mi<br />

documento identidad y “<strong>la</strong>dró”, con el perdón de los <strong>perro</strong>s:<br />

—Vengan dentro de quince días <strong>para</strong> entregarles el documento final.<br />

Nos retiramos de <strong>la</strong> casil<strong>la</strong> seis con <strong>la</strong> misma sonrisa en actitud vengativa.<br />

Tenía que ser así, pues antes de salir de <strong>la</strong> casa agarré el arcano<br />

“el ermitaño” en posición derecha: prudencia, logro de metas, tome <strong>la</strong>s<br />

cosas con calma.<br />

Cuando nos encontramos en <strong>la</strong> calle estuvimos envueltos en un<br />

bullicio. Nuevamente los carros en caravana estaban celebrando. Nos<br />

percatamos que había ganado el candidato de <strong>la</strong> oposición y por lo<br />

tanto, de ahora en ade<strong>la</strong>nte <strong>la</strong>s cosas iban a ser diferentes, tal como lo<br />

anunció el nuevo presidente. Sin pensarlo nos unimos a <strong>la</strong> celebración<br />

sin importarnos un bledo <strong>la</strong> política, estábamos festejando nuestra fe en<br />

el catastro.<br />

A los quince días, ya dispuesto a retirar los documentos, saqué mi<br />

carta y salió “<strong>la</strong> muerte” volteada; recordé sus presagios: desastres, sublevación<br />

política, fracaso en lo p<strong>la</strong>nificado, fatalidad. Tomé mi maletín,<br />

sonreí e invité a María Alejandra <strong>para</strong> irnos a <strong>la</strong> oficina de catastro.<br />

JOSOJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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