Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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JNOPJ<br />
La joven directora<br />
uno de ellos, sin proferir alguna pa<strong>la</strong>bra —pues por el calor abrasador le<br />
daba flojera hasta de conversar—, apuntó con su dedo <strong>la</strong> casa requerida.<br />
Al arribar a <strong>la</strong> dirección indicada en el papel, tocó <strong>la</strong> puerta, dudando<br />
que esta casa destarta<strong>la</strong>da fuera el local, donde el<strong>la</strong>, como maestra<br />
graduada con altas calificaciones, se desempeñaría como directora de<br />
escue<strong>la</strong>. La joven de <strong>la</strong> maleta esperó que le abrieran <strong>la</strong> puerta, con <strong>la</strong><br />
tentación de dejar todo y salir corriendo <strong>para</strong> <strong>la</strong> capital.<br />
Abrió <strong>la</strong> puerta un señor fornido y trigueño de cabellos ensortijados<br />
y canosos, con edad indefinible, puesto que <strong>la</strong> edad de esas personas, <strong>la</strong><br />
cual se determina por años de sufrimientos, no es fácil calcu<strong>la</strong>r<strong>la</strong> de una<br />
so<strong>la</strong> mirada. En ese momento <strong>la</strong> joven tomó <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra:<br />
—Buenas tardes, señor. Soy <strong>la</strong> maestra Zunilde, <strong>la</strong> nueva directora<br />
de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> —el señor trigueño de muchos años, <strong>la</strong> observó con una<br />
mirada escrutadora, recorriendo con ésta todo el cuerpo y el alma de <strong>la</strong><br />
joven directora.<br />
—Pase uté, diretora, yo soy Julián, el encargao de hacé <strong>la</strong> limpieza<br />
de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> los fines de semana.<br />
La maestra Zunilde recorrió con su mirada parte del local donde, a<br />
partir del lunes, iba a dirigir el proceso educativo, aplicando los últimos<br />
procedimientos metodológicos y didácticos. El<strong>la</strong> con diecinueve años y<br />
sin ninguna experiencia, se sintió desconso<strong>la</strong>da de este pueblo olvidado<br />
de Dios, del ministerio y muy cerca del infierno, dado el calor que <strong>la</strong><br />
atormentaba.<br />
—Maestra Zunilde, uté es muy joven pa’ sé <strong>la</strong> directora de esta escue<strong>la</strong>.<br />
Le recomiendo que se vuelva a <strong>la</strong> capital en el autobús que pasa a<br />
<strong>la</strong>s siete de <strong>la</strong> noche.<br />
Julián recibió con estas pa<strong>la</strong>bras a <strong>la</strong> joven directora, quien no comprendía<br />
estas frases, quizás ni siquiera <strong>la</strong>s oyó, ante <strong>la</strong> perplejidad que le<br />
produjo el destarta<strong>la</strong>do centro educativo, donde el<strong>la</strong> aspiraba innovar<br />
junto con sus seis maestras y una secretaria.<br />
—Yo que se lo digo, maestra Zunilde, vuélvase pa’ <strong>la</strong> capital. Regrese<br />
por donde vino. Con ellos no pudo ni el difunto maestro Andrés<br />
Solórzano. Él ya había ido a consultar a un brujo de Birongo y éste le dijo<br />
que abandonara <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> lo más rápido posible.<br />
Así le hab<strong>la</strong>ba Julián a <strong>la</strong> juvenil maestra y finalmente, sentenció:<br />
—Maestra, tiene que cuidarse mucho.<br />
La novel educadora comenzó a ponerle atención a Julián y lo<br />
observó detenidamente. El<strong>la</strong>, que en su época adolescente había leído