Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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Mi estado contemp<strong>la</strong>tivo fue interrumpido por el sonido del timbre<br />
del teléfono. La muchacha de rostro joven femenino salió corriendo<br />
<strong>para</strong> atender <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada y gritó desde el recibo:<br />
—Mami, l<strong>la</strong>ma el general Velásquez, <strong>para</strong> ver si puede venir con un<br />
amigo doctor.<br />
—Dile a ese viejo del carajo que no venga hoy, porque estoy muy<br />
ocupada. Tengo mis propios negocios que atender, que venga pasado<br />
mañana.<br />
La señora bigotuda de cabello rojo a <strong>la</strong> moda, volvió a interrumpir<br />
<strong>la</strong> tranquilidad de este hogar. Nuevamente, le preguntó al señor de bigotico<br />
vestido de lino italiano, quien se encontraba enfrascado en <strong>la</strong><br />
lectura del Reg<strong>la</strong>mento de debates:<br />
—¿Y usted <strong>para</strong> qué vino?<br />
El joven finolis, levantó <strong>la</strong> vista del libro, donde estaba absorto,<br />
cuando ya iba a responder. Así lo interpreté por un gesto. La muchacha<br />
de rostro joven femenino le dijo a <strong>la</strong> señora bigotuda de cabello rojo<br />
a <strong>la</strong> moda:<br />
—Señora, mientras baño a Almaperdida, por favor péleme este ajo<br />
y estas cebol<strong>la</strong>s. Mami quiere pre<strong>para</strong>r un mondongo; no tengo tiempo<br />
<strong>para</strong> hacer tantas cosas.<br />
Por <strong>la</strong> casa correteaba Almaperdida; sentí cierta hi<strong>la</strong>ridad al ver <strong>la</strong><br />
forma como jugaba con unas pantaletas, hasta que advertí algo caliente<br />
corriéndome por <strong>la</strong> media y el zapato del pie izquierdo. En ese instante<br />
descubrí que Cocaína había hecho una gracia en mi pierna. En tanto<br />
secaba con el pañuelo <strong>la</strong> extremidad, <strong>la</strong> señora bigotuda de cabello rojo<br />
a <strong>la</strong> moda contestó:<br />
—No mija, soy alérgica al ajo y a <strong>la</strong> cebol<strong>la</strong> —esto lo comentaba<br />
mientras meneaba con nerviosismo el l<strong>la</strong>vero que contenía <strong>la</strong> lleve de su<br />
moderno carro.<br />
El tintineo de <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ves de <strong>la</strong> señora bigotuda de cabello rojo a <strong>la</strong><br />
moda, atrajo <strong>la</strong> atención de un donoso conejo que correteaba alegremente<br />
por el patio; al brincar hacia el objeto ruidoso, le rasgó <strong>la</strong> media<br />
que le cubría <strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> pierna derecha. La dama apartó de un puntapié<br />
al roedor y guardó el l<strong>la</strong>vero en el bolso de piel de cocodrilo. De<br />
esta manera aseguraba <strong>la</strong> permanencia y pulcritud de <strong>la</strong> media que le<br />
protegía <strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> pierna izquierda.<br />
La puerta del cuartico se abrió nuevamente y salió <strong>la</strong> joven de pantalones<br />
ajustados. No pude reconocer el estado de ánimo al salir del<br />
JNUJ<br />
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