Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
niñas de El Paralelo, incluyendo a mi madre. El<strong>la</strong>s simplemente realizaban<br />
una <strong>la</strong>bor social, tal como decía <strong>la</strong> madama. La profesión de sus<br />
empleadas, proporcionaba a los desenfrenados y libertinos el alimento<br />
de sus bajas pasiones.<br />
«Mi educación no fue en nada precaria puesto que —no sé por qué<br />
razón, ni nunca <strong>la</strong> averigüé— en el negocio <strong>la</strong>boraba y vivía una<br />
maestra, quien en sus tiempos libres se dedicó a enseñarme, con miel y<br />
jugo de limón, el amor por <strong>la</strong> lectura y por los números. El<strong>la</strong> se convirtió<br />
en mi tutora por muchos años y no porque mi madre le pagara,<br />
sino que, por ser yo <strong>la</strong> mascota del lupanar todas <strong>la</strong>s meretrices volcaban<br />
sus sentimientos y sus afectos hacia mí, sentía como si todas el<strong>la</strong>s fueran<br />
mis madres. Además de <strong>la</strong>s lecciones de <strong>la</strong> maestra, me dediqué a <strong>la</strong> lectura<br />
de los muchos libros que mi progenitora, como buena estudiante le<br />
Letras, se trajo al burdel. Mucha de sus colegas le decían que mi madre<br />
era una “puta intelectual”, ya que el<strong>la</strong> y yo, nos dedicábamos, en los<br />
tiempos libres, a <strong>la</strong> literatura. Entre sus textos había algunos clásicos<br />
griegos, alemanes, franceses y de historia universal, de donde presumo<br />
tomó mi nombre.<br />
«Otra cosa que me considero obligado a escribir, es lo re<strong>la</strong>tivo a mi<br />
madre. Examino con detenimiento mi cabeza y en ningún rincón de mi<br />
pensamiento encuentro un rasgo de rencor ni rec<strong>la</strong>mo hacia el<strong>la</strong>, por el<br />
contrario, estoy plenamente agradecido por su gran capacidad de amor<br />
hacia mí. Se dedicó a criarme y a mimarme con el esmero que dentro de<br />
un burdel puede permitirse. Por eso, reitero que estoy lleno de gratitud<br />
hacia mi madre, hacia mi maestra y hacia todas <strong>la</strong>s meretrices del local<br />
que llenaron de alegría mi infancia.<br />
«Hasta los siete años estuve merodeando por el lupanar, eso sí apartado<br />
de <strong>la</strong>s alcobas, ya que allí era, según mi madre, donde se cerraban <strong>la</strong>s<br />
transacciones comerciales. En verdad, hasta cierta edad nunca tuve curiosidad<br />
alguna, pues <strong>para</strong> mí todo eso era un problema netamente de<br />
negocio, donde se entregaba una mercancía a cambio de dinero.<br />
«Mi soledad no duró mucho tiempo, pues cuando tenía unos cinco<br />
o seis años unas de <strong>la</strong>s empleadas salió preñada. A pesar de <strong>la</strong> orientación<br />
de <strong>la</strong> madama, sobre <strong>la</strong>s obligaciones de <strong>la</strong>s meretrices de utilizar<br />
sus dispositivos <strong>para</strong> evitar <strong>la</strong> concepción. Recuerdo cuando <strong>la</strong> dueña<br />
del negocio les decía:<br />
«—Miren niñas, ustedes serán prostitutas, pero mientras que no<br />
<strong>para</strong>n serán tan inmacu<strong>la</strong>das como <strong>la</strong> Virgen María.<br />
JOMPJ<br />
Candilejas en El Paralelo