Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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JOOTJ<br />
Un cuento posmo<br />
japonés no tenían <strong>la</strong> energía necesaria <strong>para</strong> desflorar el núbil y sediento<br />
ovario. Parecía que los animalitos microscópicos se quedaban a mitad<br />
de camino; daba <strong>la</strong> impresión que se morían de cansancio. Un científico,<br />
luego de varios esfuerzos artesanales del japonés <strong>para</strong> obtener <strong>la</strong><br />
simiente, le diagnosticó que <strong>la</strong> cantidad de líquido por centímetro<br />
cúbico, provenientes de sus orgásmicas manipu<strong>la</strong>ciones, no tenía <strong>la</strong><br />
cantidad suficiente de espermatozoides, necesarios <strong>para</strong> fecundar el<br />
óvulo virgen de su esposa, es decir, mi madre. Otro le diagnosticó que<br />
sus animalitos sufrían de agotación perenne; estos eran flojos y morían<br />
a <strong>la</strong> mitad del trayecto hacia el óvulo.<br />
Dicen los testigos presentes en el consultorio, que el japonés al<br />
conocer el diagnóstico, dijo una cantidad de improperios, frases u oraciones<br />
que no aparecen en el expediente, puesto que nadie <strong>la</strong>s pudo traducir;<br />
los expertos en lingüística, por <strong>la</strong> fuerza con <strong>la</strong>s que el nipón <strong>la</strong>s<br />
pronunció, presumen que eran groserías.<br />
Pero no se convencía el tozudo oriental; un médico le recomendó<br />
<strong>la</strong> fertilización “in vitrio” de un óvulo de su esposa y un espermatozoide<br />
de su cónyuge. De nuevo el japonés se entregó al vicio del sexo en<br />
soledad <strong>para</strong> entregar frascos llenos de líquido seminal “made in<br />
Japón”. Ciento cincuenta recipientes repletos del jarabe de <strong>la</strong> hombría y<br />
los animalitos se negaban a fecundar el voluptuoso óvulo de mi madre,<br />
ansioso de una ardiente concupiscencia. Parecía que los bichitos estaban<br />
exhaustos y preferían que otros hicieran el trabajo que a ellos le<br />
correspondía. Todos en <strong>la</strong> oficina miraban con preocupación al esposo<br />
de mi madre: <strong>la</strong>s ojeras y <strong>la</strong> consunción que aparentaba, indicaban que<br />
el ejercicio continuado del sexo artesanal lo estaba agotando. La tristeza<br />
del alma se reve<strong>la</strong>ba en el deterioro físico que mostraba su cuerpo.<br />
Consta en el expediente que durante un tiempo <strong>la</strong> empresa le concedió<br />
un reposo dada <strong>la</strong> apariencia del ejecutivo oriental.<br />
Pero el japonés, trabajador imp<strong>la</strong>cable, ejecutivo emprendedor y<br />
singador empedernido, se resistía ante el problema y <strong>para</strong> ello consultó su<br />
anomalía por Internet. Envió correos electrónicos, numerosos fax al Imperio<br />
del Sol, pues ya no confiaba en los médicos criollos. En ade<strong>la</strong>nte,<br />
recibiría <strong>la</strong> orientación especializada de científicos japoneses; ellos lo<br />
conducirían al logro de tan esperado mestizaje. Me imagino, de acuerdo<br />
con <strong>la</strong> pareja que se conformó, el fruto de ese gran amor debería ser una<br />
persona hab<strong>la</strong>dora, bai<strong>la</strong>dora y bebedora social, cumplidor de un estricto