Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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Pero advertía, que cada día necesitaba más de su presencia. Cuando permanecía<br />
cerca de mí, sentía una alegría que no sabía ubicar<strong>la</strong>, o era en mi<br />
cerebro o era en mi corazón. Algo anunciaba que <strong>la</strong>s cosas iban a cambiar<br />
<strong>para</strong> los dos.<br />
“La fortaleza” volteada. Esta carta fue <strong>la</strong> que salió el día en que me<br />
dirigía nuevamente a <strong>la</strong> oficina de catastro; ésta predice: cólera, impaciencia,<br />
ira. No quise pensar más en esto; tenía <strong>la</strong> fe y <strong>la</strong> paciencia <strong>para</strong><br />
enfrentar <strong>la</strong>s adversidades de <strong>la</strong> vida. Allí estaba <strong>la</strong> chica de los ojos<br />
bellos. Había tomado los números <strong>para</strong> pasar a <strong>la</strong> otra taquil<strong>la</strong> y así<br />
recibir el formu<strong>la</strong>rio. La funcionaria de <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong> dos nos recibió muy<br />
amablemente. Estaba tomándose un cafecito mañanero. De inmediato,<br />
con una elegante sonrisa, tomó <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra:<br />
—Tal como lo prometido, aquí están sus dos p<strong>la</strong>nil<strong>la</strong>s, deben llenar<br />
sus datos en máquina de escribir, comprarse un timbre fiscal cuyo<br />
monto está indicado y entregar<strong>la</strong> en <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong> tres.<br />
Como dice el dicho, <strong>la</strong> fe mueve montañas, y dicha fe nos conducía<br />
a <strong>la</strong> solución de nuestros problemas. María Alejandra, que escuchaba <strong>la</strong><br />
conversación, hizo <strong>la</strong> pregunta de ley:<br />
—Bueno, señora, ¿y dónde se puede comprar el timbre fiscal?<br />
La funcionaria dos, tomó dos sorbos del cafecito mañanero y con<br />
una cuasi sonrisa dibujada en <strong>la</strong> comisura de sus <strong>la</strong>bios manifestó:<br />
—Ay mamita, aquí no vendemos timbres fiscales, debes ir al Ministerio<br />
de Hacienda o al correo <strong>para</strong> ver si consigues.<br />
Tomé de <strong>la</strong> mano a María Alejandra y salimos corriendo de catastro,<br />
<strong>para</strong> ir a cualquiera de <strong>la</strong>s dos oficinas indicada por <strong>la</strong> funcionaria<br />
dos.<br />
Salimos agarrados de <strong>la</strong> mano y continuamos en esta posición, sin<br />
percatarnos de tal hecho. Fue luego de caminar un <strong>la</strong>rgo trecho, como<br />
experimentando un cierto rubor, cuando nos soltamos disimu<strong>la</strong>damente,<br />
sin aludir en ningún momento a tal situación. Tomamos un taxi <strong>para</strong><br />
ir primero al ministerio. Permanecimos en silencio dentro del taxi, como<br />
buscando una explicación a nuestro comportamiento. Parecía que el<br />
infortunio nos hacía cómplices de algo y que ninguno de los dos quería<br />
reve<strong>la</strong>r; diría que estábamos cómodos. Como si María Alejandra leyera<br />
mis pensamientos, tomó mi mano, <strong>la</strong> apretó ofreciéndome una bel<strong>la</strong><br />
sonrisa.<br />
Llegamos al Ministerio de Hacienda o del desorden. El desastre era<br />
tal, que nadie en este local nos podía informar dónde se podía adquirir el<br />
JORNJ<br />
Catastro-fe