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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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La joven directora<br />

Dos pasos ade<strong>la</strong>nte y uno <strong>para</strong> atrás, dos pasos ade<strong>la</strong>nte y uno <strong>para</strong><br />

atrás... A este ritmo cargaban <strong>la</strong> urna de quien fuera uno de los habitantes<br />

de un pueblo de Barlovento. Ya lo habían ve<strong>la</strong>do y rezado, sólo<br />

faltaba el paseo ritual por <strong>la</strong>s calles empedradas y empolvadas del<br />

caserío, <strong>para</strong> llevarlo a <strong>la</strong> última morada. Algunas caras negras con rostros<br />

de dolor acompañaban al difunto y otros, abrazados entre ellos con<br />

aliento a ron, entonaban un cántico propio de <strong>la</strong>s etnias negras y que<br />

<strong>para</strong> otros, ajenos a estas tierras, hubiese sido una pieza de baile propia<br />

de <strong>la</strong> fiesta de San Juan. Un canto en el que sus tonalidades llevaban el<br />

dolor, el sufrimiento y <strong>la</strong>s tristezas de los primeros negros traídos en los<br />

barcos que realizaban el repugnante y vil comercio de seres humanos.<br />

—¿A quién llevan ahí? —seña<strong>la</strong>ndo al sarcófago, preguntó una<br />

joven cargada con una maleta. Por el aspecto parecía recién llegada de<br />

<strong>la</strong> capital.<br />

—Al director de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>— contestó una hermosa trigueña,<br />

quien se encontraba a su <strong>la</strong>do y formaba parte del coro del canto funerario,<br />

junto con los demás concurrentes al acto mortuorio. La muchacha<br />

de <strong>la</strong> maleta hizo <strong>la</strong> señal de <strong>la</strong> cruz al pasar el féretro frente a<br />

el<strong>la</strong>. Miraba con asombro el espectáculo del baile de difuntos. El<strong>la</strong>, como<br />

persona citadina, nunca había visto un entierro bai<strong>la</strong>do y mucho<br />

NON

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