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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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Entre todos los que leí había un manuscrito de puño y letra del que<br />

presumo fue autor del re<strong>la</strong>to; como el documento toma una forma interesante<br />

lo transcribiré sin cambiar pa<strong>la</strong>bra alguna.<br />

«Me l<strong>la</strong>mo Arsubanipal Caicedo, evidentemente que con este<br />

nombre no se le puede pedir mucho a una persona. Soy hijo de una<br />

hetaira, de una meretriz. Para no usar sinónimos ni eufemismos, diré<br />

que mi madre fue una mujer pública, bueno, soy un perfecto “hijo de<br />

puta”, no porque sea un hombre malo sino porque esa era <strong>la</strong> profesión<br />

de mi madre, quien por un desengaño amoroso llegó preñada a un<br />

burdel. Como dirían los castizos, llegó a un lugar de amancebamiento<br />

l<strong>la</strong>mado “El Paralelo”, el cual estaba alejado del pueblo. Mi progenitora,<br />

fue acogida por <strong>la</strong> madama del negocio <strong>para</strong> que realizara, en principio,<br />

faenas de limpieza, y luego, de finalizado mi alumbramiento y mi<br />

destetamiento, se desempeñara como re<strong>la</strong>cionista sexual, título que <strong>la</strong><br />

dueña del negocio le endilgaba a <strong>la</strong>s chicas de El Paralelo.<br />

«De mi genética paterna no tengo ningún conocimiento; mi madre<br />

nunca me habló de <strong>la</strong> existencia de un papá. Cierta vez cuando le pregunté<br />

por él, señaló que yo era producto de un fenómeno asexual y así lo<br />

creí, aunque no entendí el término utilizado por el<strong>la</strong>. Mi nacimiento no<br />

fue como el de cualquier niño que viene al mundo, quien por lo general,<br />

se ve rodeado de un padre, una madre, de una familia y de un paisaje<br />

geográfico natural. No, en mi caso fueron <strong>la</strong>s prostitutas del burdel mis<br />

madres, mi familia, y el paisaje geográfico natural, un festivo lupanar.<br />

En realidad, <strong>la</strong>s meretrices del burdel fueron mis mamás ya que todas<br />

el<strong>la</strong>s me cobijaron en sus brazos y opinaban sobre mi crianza.<br />

«Así pues que nací, me crié, desarrollándome y trabajando en El<br />

Paralelo: un burdel de carretera situado lejos del pueblo. Este lugar<br />

solía l<strong>la</strong>marse zona de tolerancia, debe ser porque allí se toleraba que los<br />

hombres casados hicieran todo lo que no podían hacerle a sus esposas.<br />

Estaba sobreentendido, que tales negocios no debían funcionar dentro<br />

de <strong>la</strong>s fronteras del pob<strong>la</strong>do.<br />

«Mi permanencia dentro de El Paralelo fue de por vida, no porque<br />

lo disfrutaba, sino que no tuve de donde escoger. Los conocimientos de<br />

mi madre, quien había estudiado hasta tercer año de Letras en <strong>la</strong> universidad,<br />

no sirvieron <strong>para</strong> subsistir, por lo tanto, no tuvo más opción sino<br />

vivir y trabajar dentro del lupanar. Pienso, que al final le gustó su trabajo.<br />

Por estas razones, tuve que convivir en ese ambiente y aprender parte del<br />

negocio, sin preocuparme de juzgar <strong>la</strong> honorabilidad ni <strong>la</strong> virtud de <strong>la</strong>s<br />

JOMOJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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