Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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JSPJ<br />
Siete cruces en Agua de Vaca<br />
Pedro María, sabedor de <strong>la</strong> valentía y el arrojo de los gallos de su<br />
hermano, decidió <strong>para</strong> competir, “tomar prestado” el mejor de los gallos<br />
de Donato.<br />
La gallera estaba completamente llena. El dinero de <strong>la</strong>s apuestas<br />
corría de unas manos hacia <strong>la</strong>s otras. Un vaho envolvía el ambiente, una<br />
mezc<strong>la</strong> de sudor, aguardiente y humo de tabaco, acompañado con los<br />
gritos y <strong>la</strong>s groserías de los jugadores, quienes ponían en <strong>la</strong>s espue<strong>la</strong>s de<br />
los gallos fortuna, casas, negocios y hasta sus mujeres.<br />
Cuando apareció Pedro María con el hermoso gallo, todas <strong>la</strong>s<br />
apuestas lo favorecieron. El contrincante, era un brioso gallo cubano de<br />
fama internacional, cuyo dueño estaba notoriamente afectado por los<br />
efluvios etílicos. Todos los asistentes de <strong>la</strong> gallera, sabían que el gallo que<br />
estaba sobre <strong>la</strong> arena era el preferido de Donato. No voy a describir <strong>la</strong><br />
cruel pelea como lo hizo Crispinita, ya que a el<strong>la</strong> se <strong>la</strong> re<strong>la</strong>taron con lujo y<br />
detalles. Al final, perdió y murió el gallo cubano herido con un espue<strong>la</strong>zo<br />
en <strong>la</strong> garganta. El dueño del ave muerta, no queriendo reconocer <strong>la</strong><br />
pérdida, acusó a Pedro María de haber envenenado <strong>la</strong>s es-pue<strong>la</strong>s de su<br />
gallo. Como estaba de por medio una jugosa cantidad de dinero en<br />
apuestas, se generó una trifulca de filmación. Salieron a relucir puñales,<br />
armas de fuego, botel<strong>la</strong>zos y el gallo de Donato desapareció. Como resultado<br />
de <strong>la</strong> batal<strong>la</strong>, recogieron varios heridos. A Pedro María lo levantaron<br />
del suelo sin vida, con una puña<strong>la</strong>da que le había partido el<br />
corazón. Nunca se descubrió quién fue el asesino, ni el <strong>para</strong>dero del<br />
gallo ganador.<br />
Crispinita contó, que llevaron a Pedro María a <strong>la</strong> iglesia, el padre<br />
Anselmo ofició <strong>la</strong> misa de difunto de cuerpo presente. El<strong>la</strong> dirigió los<br />
rezos del rosario durante el velorio y los novenarios. La sentencia, como<br />
<strong>la</strong> de un médico forense veterano, no se hizo esperar: “Pedro María, <strong>la</strong><br />
envidia te llevó a <strong>la</strong> tumba”.<br />
Le dije a Crispinita que estaba equivocada y el<strong>la</strong>, reconfirmando <strong>la</strong><br />
sentencia, falló con <strong>la</strong> seguridad de una experta: “La acción sobre él fue<br />
un puñal, pero <strong>la</strong> razón de su muerte fue <strong>la</strong> envidia hacia su hermano”.<br />
Como pensé que lo dicho era alta filosofía doméstica no me atreví a<br />
discutir.<br />
De Donato no se supo nunca más. Regaló los gallos y abandonó<br />
Agua de Vaca <strong>para</strong> siempre y no dijo a nadie el destino a seguir. Crispinita,<br />
cree que el buen gallero carga sobre <strong>la</strong> espalda un gran sentimiento<br />
de culpa.