Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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desgracia que <strong>la</strong> envolvía. Esta era el amor desmedido por Narciso,<br />
quien <strong>la</strong> llevó a <strong>la</strong> locura. Desde que lo conoció se enamoró perdidamente<br />
de él. Los estudios, los viajes alrededor del mundo, su condición<br />
de políglota, <strong>la</strong> formación universitaria, <strong>la</strong> racionalidad, nada de<br />
ello sirvió a Verónica <strong>para</strong> escoger <strong>la</strong> pareja adecuada. Pienso que el<br />
amor es un estado de feliz irracionalidad hasta que, algunas veces,<br />
esa buenaventura se convierte en fatalidad. Eso fue lo que le pasó a<br />
Verónica.<br />
A Verónica <strong>la</strong> conocí, como dije antes, desde los estudios secundarios.<br />
Nos alejamos después que se graduó de bachiller, aunque siempre<br />
mantuvimos contacto. Su padre, durante mucho tiempo fue miembro<br />
destacado del cuerpo diplomático; esto le permitió a mi amiga vivir en<br />
varios países, entre otros, Ing<strong>la</strong>terra, Italia, Francia, Alemania y de ahí<br />
su dominio sobre varios idiomas. De igual manera, su formación académica<br />
y profesional <strong>la</strong> hizo en <strong>la</strong>s mejores universidades del mundo.<br />
Por lo anterior, el roce con el complejo mundo de <strong>la</strong> diplomacia, los<br />
estudios sobre arte y música, su condición de políglota, su gran desenvoltura<br />
en <strong>la</strong> sociedad y su belleza, le aseguraban un futuro promisorio.<br />
A Narciso lo conoció en una de esas recepciones diplomáticas. Un<br />
hombre alto, rubio, con unos bellos ojos azules, con mentón y pómulos<br />
perfectamente marcados, como esculpidos en un trozo de mármol. De<br />
porte atlético, de pechos y hombros amplios, vientre tal<strong>la</strong>do y piernas<br />
firmes como columnas griegas. Como hombre que se desenvuelve en<br />
altas esferas, era dueño de una conversación cautivante y seductora,<br />
propicia <strong>para</strong> atraer a cualquier mujer que se le colocara enfrente.<br />
Lástima que en este caso le tocó a Verónica.<br />
Desde el momento que Verónica conoció a Narciso supo que este<br />
era el hombre de su vida. Este hombre conocedor y seductor de mujeres,<br />
tal como un encantador de serpientes, supo desde ese mismo instante<br />
que <strong>la</strong> tenía atrapada en su red. Narciso era como los cazadores<br />
furtivos, que siempre tienen pre<strong>para</strong>da el arma en espera de <strong>la</strong> presa<br />
ingenua que se acerca <strong>para</strong> darle, en <strong>la</strong> oportunidad precisa, el golpe<br />
mortal. Sus armas, aparte de <strong>la</strong> belleza corpórea, eran: conversación,<br />
<strong>la</strong>bia envolvente, profuso en ha<strong>la</strong>gos y además, <strong>la</strong> inversión económica<br />
que siempre estaba dispuesto a realizar <strong>para</strong> conquistar los imperios<br />
más difíciles y uno de estos era el de Verónica. Narciso era el propio fascinador.<br />
JUOJ<br />
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