Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
estos dos pueblos enemigos se hubiesen sentido feliz actuando como<br />
un f<strong>la</strong>belífero, <strong>para</strong> que nuestro amigo recordara de manera p<strong>la</strong>centera<br />
los días estivales de su amada París.<br />
No todo era p<strong>la</strong>cer y alegría en monsieur Corbiére, como lo l<strong>la</strong>mó<br />
uno de los yuquenses, quien había encargado un diccionario francésespañol,<br />
con <strong>la</strong> finalidad de aprender el idioma culto y olvidarse de una<br />
vez por todas de su lengua vernácu<strong>la</strong>. Muchas veces el galo andaba<br />
cabizbajo, retratando en su rostro cierto aire de saudade, quizás recordando<br />
<strong>la</strong> tierra lejana o algún amor, pensamiento que lo ais<strong>la</strong>ba de todo<br />
lo que lo rodeaba. Mi madre afirmaba:<br />
—Estoy segura que el francés tiene un padecimiento en el alma y<br />
cuando estos son prolongados, enferman el corazón. Ese hombre se<br />
vino a morir acá —en verdad, nunca creí este vaticinio.<br />
En una época —creo que fue después de <strong>la</strong> epifanía—, se reanudaron<br />
<strong>la</strong>s agresiones entre El Yunque y El Martillo dado que nuestro<br />
“mesié”, como lo l<strong>la</strong>maron con afecto algunos, se perdió y no lo podían<br />
encontrar. Los habitantes de ambos pueblos fronterizos se acusaron<br />
mutuamente de secuestro. Ante el peligro de reanudarse de nuevo <strong>la</strong><br />
violencia, se ordenó <strong>la</strong> conformación de una comisión investigadora,<br />
formada por tres miembros de El Yunque y otros tres del pueblo vecino;<br />
además de unos lebreles expertos en el rastreo y caza de liebres.<br />
Se repartió el trabajo y se dedicaron a investigar <strong>la</strong> ausencia del<br />
galo. Tras arduas horas de búsqueda por aviesos caminos logramos<br />
resolver el enigma que acibaraba <strong>la</strong> vida a los pueblos vecinos.<br />
Lo encontramos, porque yo integraba <strong>la</strong> comisión, en una montaña<br />
alejada de los dos pueblos vecinos. Estaba sentado sobre una manta, a <strong>la</strong><br />
sombra de un frondoso araguaney, con <strong>la</strong> mirada fija hacia el crepúsculo.<br />
El hasta luego del sol nos indicaba <strong>la</strong> proximidad de <strong>la</strong> noche. Todos<br />
respetamos su silencio y fui comisionado <strong>para</strong> convencer a Idelfonso a<br />
que regresara. Me senté a su <strong>la</strong>do sin interrumpir su rito contemp<strong>la</strong>tivo.<br />
De momento, pensé que estaba acosado por un ataque de vesania, pero<br />
al ver en sus ojos <strong>la</strong> tranquilidad y <strong>la</strong> paz con que miraba al horizonte, lo<br />
tomé como un heraldo que había venido a estas tierras agrestes a<br />
traernos un mensaje de paz. Sin voltear a mirarme habló, no a mí, si no a<br />
sus fantasmas o a sus demonios de los que venía huyendo.<br />
—A veces los humanos necesitan estar sólo lejos de sus afectos, de<br />
sus enemigos, de <strong>la</strong>s cosas materiales, <strong>para</strong> así encontrar el hontanar de<br />
<strong>la</strong> sabiduría. Deseo con vehemencia <strong>la</strong> quietud absoluta de mi alma<br />
JNPVJ<br />
Diálogos con el vividor