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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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hab<strong>la</strong>ba del vino Chanti, el cura le enfrentaba el Rioja, cuando le nombraba<br />

el sa<strong>la</strong>mi el otro le ponía enfrente el jamón pata negra ibérico,<br />

cuando el hombre nacido en <strong>la</strong> bota le hab<strong>la</strong>ba de los espaguetis el gallego<br />

lo enfrentaba con una pael<strong>la</strong>. En fin, <strong>la</strong>s discusiones eran interminables<br />

pero, al final, Garibaldi abandonaba el lugar iracundo, mostrando<br />

en los carrillos un rojo encendido.<br />

Era que al padre Anselmo le gustaba amargarle <strong>la</strong> vida al italiano.<br />

Una vez el gallego le reprochó a Garibaldi:<br />

—Americo Vespucio era mafioso. Sobornó a los geógrafos de su<br />

época y así fue que logró ponerle su nombre a esta “tierra de gracia”. Los<br />

geógrafos sabían, que si no lo hacía <strong>la</strong> mafia los matarían.<br />

Yo, que presencié esta discusión, observé cómo <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s del<br />

dueño del supermercado pasaron a un color escar<strong>la</strong>ta, alejándose enfadado<br />

como demostración de disgusto. El padre Anselmo quedó satisfecho<br />

con una sonrisa en <strong>la</strong> cara.<br />

Una cosa tenía en común el cura y el dueño del supermercado. Lo<br />

único que une, pero que también se<strong>para</strong> a los europeos: <strong>la</strong> afición por el<br />

fútbol. Parece ser que so<strong>la</strong>mente un partido de fútbol puede suspender<br />

cualquier actividad en Europa, hasta una guerra —algo frecuente por<br />

esas tierras—, <strong>para</strong> permitir que los combatientes vean <strong>la</strong> competencia.<br />

El italiano y el gallego trajeron a Agua de Vaca el fanatismo por este<br />

deporte y <strong>para</strong> ello, decidieron formar dos equipos. Uno dirigido por el<br />

italiano, integrado en su mayoría, por descendientes de portugueses,<br />

italianos y españoles y por esto los l<strong>la</strong>mó “Los Cóndores de <strong>la</strong> Comunidad”.<br />

El cura Anselmo, con más años en el país, formó el equipo con<br />

puros agüevaqueros y a <strong>la</strong> oncena criol<strong>la</strong> <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó “Los Tiburones de<br />

Agua de Vaca”.<br />

Los enfrentamientos entre <strong>la</strong>s oncenas de <strong>la</strong> Comunidad Europea<br />

y los agüevaqueros eran como el final de un mundial de fútbol. Para<br />

desgracia del italiano siempre ganaba <strong>la</strong> representación criol<strong>la</strong>. Al final<br />

de cada partido, todos lo observábamos alejándose rojo de <strong>la</strong> rabia, sin<br />

poder explicar <strong>la</strong> razón del porqué esos indios, en este deporte, eran<br />

mejores que los europeos.<br />

Durante <strong>la</strong> fiesta de <strong>la</strong> Virgen nunca faltaba el enfrentamiento de<br />

los europeos contra los criollos. Una vez que el italiano se repuso del<br />

susto, ocasionado por <strong>la</strong> muerte de María de los Ángeles, continuó con<br />

los entrenamientos del equipo, al igual que lo hacía el cura, cuando <strong>la</strong>s<br />

actividades sagradas lo permitía.<br />

JSTJ<br />

Siete cruces en Agua de Vaca

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