Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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horario durante <strong>la</strong>s doce horas del día, y no ese horrendo mestizo producto<br />
del cruce andaluz-caribe-negro, que generó un grupo étnico de<br />
seres, que beben, bai<strong>la</strong>n y hab<strong>la</strong>n todo el día, sin acordarse del fiel cumplimiento<br />
del horario <strong>la</strong>boral, es decir, viviendo en un desenfreno eterno.<br />
En fin, los galenos del Imperio del Sol le dieron solución al japonés<br />
y a mi madre: había que recurrir a <strong>la</strong> alta tecnología. Mediante <strong>la</strong><br />
imp<strong>la</strong>ntación de un semen de otro varón dentro de <strong>la</strong> vagina de mi<br />
madre, se podía obtener <strong>la</strong> fertilización de <strong>la</strong> hembra. Este procedimiento<br />
ya lo conocían los médicos criollos, quiero decir, los de mi país.<br />
El nipón aceptó el nuevo procedimiento tecnológico <strong>para</strong> <strong>la</strong> fertilización<br />
de mi madre; con una so<strong>la</strong> objeción: el semen del otro varón<br />
debía ser de un japonés y no de los flojos y desordenados criollos. Su<br />
hijo debería tener rasgos orientales; <strong>para</strong> ello le sugirió a su esposa que<br />
se tras<strong>la</strong>dara al Japón con <strong>la</strong> finalidad de que le imp<strong>la</strong>ntaran dicho<br />
semen en una clínica de su país de origen. La empresa, conocedora del<br />
problema del japonés y tratando de evitar, en lo posible, el tras<strong>la</strong>do del<br />
ejecutivo, lo cual ocasionaría gastos y pérdidas en <strong>la</strong>s ventas, le ofreció<br />
traer el semen en un jet súper rápido, desde el Imperio del Sol hasta<br />
nuestro país. La muestra del fluido de <strong>la</strong> vida, sería transportada en<br />
termos súper fríos, protegida con nitrógeno líquido, desde <strong>la</strong> clínica<br />
japonesa hasta acá. En estos recipientes traerían el líquido seminal conge<strong>la</strong>do,<br />
perfectamente conservado, algo así como leche en cubitos, <strong>para</strong><br />
que una vez que llegaran fueran imp<strong>la</strong>ntados a mi madre. Así consta en<br />
el expediente.<br />
El japonés hizo los trámites; pero surgió nuevamente un problema.<br />
¿De quién sería el fluido varonil que iba a dar origen a <strong>la</strong> maternidad<br />
de su esposa? Afortunadamente, él mismo dio con <strong>la</strong> solución.<br />
Ya que necesitaba que el heredero se pareciera a él; con sus mismos<br />
rasgos y características genéticas, escogió a su hermano menor de diecisiete<br />
años <strong>para</strong> que fuera el donador de <strong>la</strong> simiente de <strong>la</strong> vida. Una vez<br />
concretados todos los aspectos legales y previa aprobación de mi<br />
madre, se convino en enviar el semen de mi tío o mi futuro padre biológico,<br />
por un avión de alta velocidad de una línea área japonesa. El<br />
transporte se llevaría a cabo con toda <strong>la</strong> protección y ade<strong>la</strong>ntos tecnológicos,<br />
que en materia de nacimientos artificiales se conocían hasta el<br />
momento. Se convino entonces que el fruto nacería sin los movimientos<br />
ardorosos y p<strong>la</strong>centeros de <strong>la</strong> cópu<strong>la</strong>, sin <strong>la</strong> presencia de los<br />
JOOUJ<br />
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