Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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JOOJ<br />
`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê<br />
<strong>la</strong> tranquilidad de <strong>la</strong> morada. La comparé con el Taj Mahal y con un<br />
convento en Montserrat, el cual había visitado en mi época de monaguillo<br />
cuando el colegio San Ignacio nos llevaba a España a rezar por <strong>la</strong><br />
paz mundial.<br />
Permanecía absorto en mis meditaciones y recuerdos. Estos fueron<br />
interrumpidos cuando observé que Burocracio se había escapado de <strong>la</strong>s<br />
manos de <strong>la</strong> muchacha de rostro joven femenino. Corría por todo el<br />
patio con <strong>la</strong> boca espumante de pasta dental y <strong>la</strong> joven descalza persiguiéndolo<br />
con el cepillo de dientes en <strong>la</strong> mano.<br />
Mientras esto ocurría, se abrió <strong>la</strong> puerta del cuartico y salió <strong>la</strong> señora<br />
bigotuda de cabello canoso rojo a <strong>la</strong> moda. Noté de inmediato su rostro<br />
iracundo, no disimu<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> ira que <strong>la</strong> embriagaba en ese momento.<br />
Recordé mi época de juventud, cuando miraba los programas de lucha<br />
libre, en esos, al más odiado luchador lo apodaban el Bulldog.<br />
La señora bigotuda de cabello rojo a <strong>la</strong> moda, salió del cuartico<br />
encendida con el rostro cargado de rabia, los ojos se le brotaban y noté,<br />
que de los <strong>la</strong>bios asomaban una especie de espuma, simi<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> mostrada<br />
por Burocracio, el cual todavía correteaba por el patio perseguido<br />
por <strong>la</strong> joven descalza.<br />
El impulso inmediato fue agarrar el pañuelo <strong>para</strong> limpiarle <strong>la</strong><br />
espuma de <strong>la</strong> boca. El<strong>la</strong>, con cierto tono de ferocidad, lo agradeció y agarrándome<br />
por <strong>la</strong>s so<strong>la</strong>pas del saco, que recién había sacado de <strong>la</strong> tintorería,<br />
utilizó frases que <strong>la</strong>s entendí como un regaño: “Yo sabía que el<br />
baboso de mi marido se estaba acostando con <strong>la</strong> sirvienta”. Acto seguido,<br />
sacó <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve del bolso de piel de cocodrilo. Debido al tintineo del<br />
l<strong>la</strong>vero, el conejo salió de su madriguera, en persecución del sonido<br />
conocido y le rompió, sin misericordia alguna, <strong>la</strong> otra media que cubría<br />
<strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> pierna izquierda, de <strong>la</strong> señora bigotuda de cabello rojo a <strong>la</strong><br />
moda. Como ya no podía agregar más rabia a <strong>la</strong> que ya tenía, le dio otro<br />
puntapié al conejo comemedia, retirándose del recinto de <strong>la</strong> paz, seguida<br />
a saltos, indiferente al maltrato, por el amigo roedor.<br />
La muchacha de rostro joven femenino salió en persecución del<br />
conejo comemedia, mientras desde el cuarto contiguo escuché <strong>la</strong> voz:<br />
—El siguiente.<br />
Tenía sobre mi regazo <strong>la</strong> ol<strong>la</strong> con huevo y leche completa batida,<br />
pero no encontraba que hacer con el<strong>la</strong> y haciéndole señas a <strong>la</strong> muchacha<br />
descalza, con el batidor en <strong>la</strong> mano le pregunté: