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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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decían “fondiú” y cuando una mujer le pe<strong>la</strong>ba el ojo a un hobre, a eso lo<br />

l<strong>la</strong>maban “flirt”. Podemos pensar en tamaña frasquitería.<br />

De esta manera fui afianzando <strong>la</strong> venezo<strong>la</strong>nidad indígena germánica<br />

colombiana afrancesada. Ya no se comía casabe, ni mucho menos<br />

tomaba guarapo, ahora engullía pan francés o croissant. Cuando me<br />

invitaban a una “soireé”, un sarao, degustaba vino galo, hasta comía<br />

“entrecotte” y me despedía de mis amistades diciéndole “orreguá<br />

mesié”. Y cuando caminaba por <strong>la</strong>s calles de <strong>la</strong> capital, el aire se mezc<strong>la</strong>ba<br />

con los aromas de aguas de colonias y perfumes franceses importados<br />

de <strong>la</strong> Ciudad Luz.<br />

¿Poseo o no tengo razón al afirmar que no es fácil vivir tanto tiempo?<br />

Pero ustedes dirán, <strong>la</strong> cosa terminó en este período. Estaba demás decir<br />

que nuestra nacionalidad estaba afianzada. No había problema con <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada<br />

penetración cultural, mi enraizado proceso histórico no permitiría<br />

que ninguna bota extranjera pisoteara nuestra identidad cultural.<br />

Recuerdo que existió un señor bigotudo, éste provenía de <strong>la</strong> sierra y<br />

gobernó el país durante muchos años. En un principio de su mandato, ¿a<br />

que no saben qué hicieron los representantes de <strong>la</strong>s encumbradas familias?<br />

Enseguida lo coronaron con una diadema de <strong>la</strong>ureles y lo titu<strong>la</strong>ron<br />

“el Benemérito”. Se ve que nuestra sociedad, durante todas <strong>la</strong>s épocas no<br />

ha sido mezquina en eso de graduar personajes con los mejores honores.<br />

Pero qué les digo, nuestro “Benemérito”, durante una guerra entre<br />

todos los países, todos contra todos, se colocó del <strong>la</strong>do de los teutones.<br />

Para el dictador, <strong>la</strong> guerra <strong>la</strong> debía ganar el hombre de los bigoticos,<br />

porque los teutones, al igual que los hombres de <strong>la</strong> sierra donde él había<br />

nacido, eran disciplinados. Para esa época algunos <strong>la</strong>mbucios del país<br />

creyeron fielmente que había que acabar con los gitanos, judíos, los<br />

negros y los homosexuales. Más aún, le pidieron al Benemérito que<br />

construyera un horno crematorio en una de <strong>la</strong>s is<strong>la</strong>s deshabitadas, allá<br />

enviarían a los negros e indios de sangre impura, puesto que había<br />

pocos judíos y gitanos en el país. Con los homosexuales no había problemas,<br />

ellos estaban trabajando, como “voluntarios” en <strong>la</strong> construcción<br />

de <strong>la</strong>s carreteras y caminos que unieron al país. En algún vetusto<br />

álbum de nuestras dignas familias de <strong>la</strong> época, debe haber alguna foto<br />

donde el Benemérito aparece montado sobre un caballo imitando al<br />

“tercer reich”, en pose netamente germánica. Recuerdo que en ese<br />

período comencé a tomar cerveza, tal como los alemanes, y seguí comiendo<br />

salchichas con ensa<strong>la</strong>da de repollo y papa.<br />

JNNSJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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