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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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sumas de dinero. Entre sus contrincantes estaban los gallos de los hermanos<br />

Vil<strong>la</strong>rroel: Donato y Pedro María, criadores de gallos de pelea,<br />

viciosos furibundos de este juego. Para satisfacción de <strong>la</strong> segunda dicha,<br />

se levantaba muy temprano y nadaba dos horas en <strong>la</strong>s límpidas aguas<br />

que circundan <strong>la</strong> is<strong>la</strong>.<br />

Debo decir que Ildefonso durante <strong>la</strong> juventud ganó varias medal<strong>la</strong>s<br />

como nadador. A dos kilómetros de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya se encontraba una gran<br />

piedra, que l<strong>la</strong>mábamos el “Peñón de <strong>la</strong> Virgen”. Durante <strong>la</strong>s fiestas patronales<br />

se realizaban competencias <strong>para</strong> ir a nado hasta <strong>la</strong> roca y regresar<br />

nuevamente a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya. Durante cinco años seguidos Ildefonso<br />

ganó el primer lugar. Esto lo demostraba exhibiendo cinco preseas colgándole<br />

del cuello, <strong>la</strong>s cuales lo acreditaban como el mejor nadador de<br />

Agua de Vaca. Siempre decía, con fatuidad, que se había retirado de <strong>la</strong><br />

contienda <strong>para</strong> darle oportunidad a los jóvenes. Pero mientras vivió<br />

nunca se quitó <strong>la</strong>s medal<strong>la</strong>s de <strong>la</strong>s que se sentía orgulloso y vanidoso,<br />

por eso sus paisanos lo miraban como a un hombre pedante y jactancioso.<br />

Tenía un sentimiento muy elevado de su persona; nunca perdía<br />

oportunidad <strong>para</strong> hacer a<strong>la</strong>rde de sus gestas gloriosas.<br />

En el penúltimo día de <strong>la</strong> celebración de <strong>la</strong> fiesta de <strong>la</strong> Virgen,<br />

Ildefonso dijo que le iba a demostrar a esos cagaleches lo que era un<br />

buen nadador. Todo el mundo le recordaba —me dijo Crispinita—,<br />

que ya no era un muchacho. Todos en Agua de Vaca sabíamos, que en<br />

el camino hacia el peñón había corrientes submarinas traicioneras y que<br />

podían darle un susto. Lamentablemente, los consejos son como <strong>la</strong>s<br />

hojas secas, son sólo pa<strong>la</strong>bras que se <strong>la</strong>s lleva el viento.<br />

El día de <strong>la</strong> competencia, el viejo Ildefonso llegó temprano, enga<strong>la</strong>nado<br />

con sus medal<strong>la</strong>s de campeón. Lo vieron hacer los ejercicios de<br />

calentamiento <strong>para</strong> tonificar los músculos. No tenía <strong>la</strong> postura ni el<br />

cuerpo de cuando era joven. Garibaldi y los hermanos Vil<strong>la</strong>rroel trataron<br />

de persuadirlo <strong>para</strong> que desistiera de esa locura, pero el viejo<br />

esponjó el pecho y sentenció: “Ya verán estos cagaleches quién es el<br />

campeón”.<br />

Se dio <strong>la</strong> partida, de inmediato los participantes corrieron hacia el<br />

agua, debían nadar con mucha energía hacia el Peñón de <strong>la</strong> Virgen. Me<br />

dijo Crispinita, que con su mirada siguió el trayecto del viejo campeón<br />

pero llegó el momento que lo perdió. El<strong>la</strong> lo atribuyó a <strong>la</strong> avanzada edad<br />

y a <strong>la</strong> catarata. Cruzaron <strong>la</strong> meta los participantes, el viejo Idelfonso no<br />

llegó de primero, ni de segundo, ni de tercero, simplemente no apareció.<br />

JSNJ<br />

Siete cruces en Agua de Vaca

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