Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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«Como se sabe, a un burdel asisten todo tipo de personajes pertenecientes<br />
a los diferentes estratos sociales y profesionales. Muchos de<br />
ellos le hab<strong>la</strong>ban sobre los bailes en los teatros de <strong>la</strong> capital y de <strong>la</strong>s<br />
grandes bai<strong>la</strong>rinas de ballet, como lo fueron Isadora Duncan, Margot<br />
Lafontaine y Alicia Alonso. Cierto día, aseguró que uno de los clientes<br />
le había hecho una regresión hipnótica y descubrió que él era <strong>la</strong> reencarnación<br />
masculina de Isadora Duncan, <strong>la</strong> famosa bai<strong>la</strong>rina descalza.<br />
Después de ese momento, comenzó a bai<strong>la</strong>r sin zapatos y como consecuencia<br />
de ello, Pablo María pasó a l<strong>la</strong>marse Isadora, no sin <strong>la</strong> protesta<br />
y el asombro de su madre Rubí. Con este nombre me referiré, de ahora<br />
en ade<strong>la</strong>nte, <strong>para</strong> nombrar al bai<strong>la</strong>rín del burdel.<br />
«Las prostitutas que viajaban a <strong>la</strong> capital en busca de una ropa<br />
apropiada <strong>para</strong> su profesión le compraban y le rega<strong>la</strong>ban a Isadora,<br />
mal<strong>la</strong>s, tutú, zapatil<strong>la</strong>s y todo tipo de trajes requeridos por un bai<strong>la</strong>rín;<br />
también discos clásicos y videos donde se observa <strong>la</strong> magia y grandiosidad<br />
del ballet. En sesiones privadas nos deleitaba con el Danubio<br />
Azul, El Lago de los Cisnes, La danza de <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s; en diciembre durante <strong>la</strong><br />
Navidad, nos ofrecía su versión de El Cascanueces. En verdad, todos nos<br />
quedábamos anonadados de <strong>la</strong> virtuosidad y hermosura de su baile.<br />
Quizás <strong>la</strong> ignorancia en tales cosas y nuestras soledades, nos hacía ver <strong>la</strong><br />
belleza escondida en <strong>la</strong> vena artística del bai<strong>la</strong>rín.<br />
«Por lo que se puede leer, <strong>la</strong> vida en El Paralelo era de lo más animada.<br />
En <strong>la</strong> noche, muchos eran los hombres que compartían con <strong>la</strong>s<br />
meretrices a los sones de <strong>la</strong>s melodías, sus penas, sus desamores, sus fracasos<br />
nupciales, sus problemas profesionales. Inclusive, Isadora, a pesar<br />
de su condición homosexual, poseía una modesta cliente<strong>la</strong>, quienes les<br />
producían buenas ganancias al negocio. Su lista de clientes no tenía<br />
nada que envidiarle a los de <strong>la</strong>s mejores hetairas del local. Cuando<br />
algunos de los asiduos le increpaban en tono de bur<strong>la</strong> su condición de<br />
homosexual, Isadora le respondía, con voz atip<strong>la</strong>da y con una sonrisa,<br />
que siempre estaba a flor de <strong>la</strong>bio:<br />
—En <strong>la</strong> naturaleza, no todo es b<strong>la</strong>nco ni negro, también hay tonos<br />
grises; yo soy un divino matiz dentro de <strong>la</strong> sexualidad humana.<br />
«A continuación, se retiraba del lugar batiendo su cuerpo con una<br />
acentuada feminidad. De esta manera lo entendíamos todos en El Paralelo.<br />
Simplemente, nuestro bai<strong>la</strong>rín era diferente a nosotros, pero en<br />
ningún momento lo consideramos raro.<br />
JOMRJ<br />
Candilejas en El Paralelo