Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
JTRJ<br />
Albanieves y los siete chiquitos<br />
protectora, dejaban caer una lágrima de sus ojos, como “per<strong>la</strong>s cristalinas<br />
que caen al mar”. Desde hacía muchos años, cuando aparecieron en <strong>la</strong><br />
puerta del apartamento solicitándole el alquiler de una habitación mientras<br />
ellos conseguían una visa de residente, los ocho —los chiquitos y<br />
el<strong>la</strong>— sabían que sus vidas estarían inextricablemente entre<strong>la</strong>zadas. Una<br />
fuerza superior a ellos los había dirigido hacia el apartamento de <strong>la</strong> bel<strong>la</strong>.<br />
El<strong>la</strong> los sentaba a su alrededor, les decía: “Los designios de Dios son<br />
ineluctables y por eso aterrizaron en esta casa”.<br />
Los inquilinos y el<strong>la</strong> vivían juntos desde hacía ocho años. Albanieves,<br />
cada día por <strong>la</strong> mañana al despuntar el alba, los l<strong>la</strong>maba, los sentaba<br />
muy cerca unos de los otros en el sofá de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> —donde cabían por<br />
ser currutacos—, los contemp<strong>la</strong>ba con una mirada tierna y dulce,<br />
abriéndole su corazón. Acto seguido, daba comienzo al rito mañanero<br />
de todos los días, desde que los chiquitos llegaron a su apartamento de<br />
c<strong>la</strong>se media alta, lloviera, tronara o re<strong>la</strong>mpagueara. “Uno, dos, tres, cuatro,<br />
cinco, seis y siete”. Por cada hombrecito que contaba, levantaba y<br />
tocaba un dedito de su mano. Al final remataba con una frase muy dulce<br />
y tierna, <strong>la</strong> cual resonaba en los cerebritos de los pobrecitos, “los deditos<br />
de mis manos, los deditos de mis pies” ¡Habrase visto mayor muestra de<br />
ternura! Ni <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s de <strong>la</strong>s nueve de <strong>la</strong> televisión han perpetuado un<br />
amor tan intenso y desinteresado, como el que acabamos de re<strong>la</strong>tar. Era<br />
el rito mañanero, al final de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra “pie”, los hombrecitos tenían <strong>la</strong><br />
piel de gallina y salían, a borbotones torrentes de lágrimas de los diminutos<br />
ojos. La buena de Albanieves sacaba un pañuelo de popelina roja,<br />
éste lo había confeccionado de una blusa que no le servía. En ese trapito,<br />
uno de los inquilinos había bordado, con unas preciosas letras góticas,<br />
<strong>la</strong>s iniciales del nombre de <strong>la</strong> joven. La protectora, usaba este suave<br />
lienzo <strong>para</strong> secarle a los chiquitos <strong>la</strong>s lágrimas de un amor desinteresado,<br />
derramadas por cada uno de los siete, vertidas a raudales cuando <strong>la</strong><br />
observaban tocándose cada uno de los deditos.<br />
Así comenzaban todas <strong>la</strong>s mañanas en ese nido de felicidad de <strong>la</strong><br />
c<strong>la</strong>se media alta.<br />
El buenote de Gaspar, que así le decían los otros seis y <strong>la</strong> Peralta,<br />
no por generoso sino por <strong>la</strong> manera particu<strong>la</strong>r que tenía de iniciar toda<br />
conversación, siempre <strong>la</strong> comenzaba con “bueno pues”.<br />
—Bueno pues, Alba Peralta, creo que lo que dice Gaspar es cierto.<br />
Tienes que cuidarte, recuerda que el año pasado <strong>la</strong> vieja bruja del tercer<br />
piso te regaló una arepa de perico. Para aquel<strong>la</strong> época tus deposiciones