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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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—Señores, yo sé que hay mucho daño en <strong>la</strong> calle, cómprese cada<br />

uno un azabache <strong>para</strong> que no les pongan esas enfermedades tan raras<br />

que me acaba de decir. Sin embargo, ustedes se ven muy sanos.<br />

No entendimos <strong>la</strong> sugerencia de <strong>la</strong> señora y después siguió:<br />

—Tome <strong>la</strong> tarjeta de este intérprete público que es muy amigo<br />

mío, él les va hacer <strong>la</strong>s traducciones por un precio económico. Cuando<br />

<strong>la</strong>s tengan, me <strong>la</strong>s trae, que en poco tiempo salen sus documentos.<br />

Se calló y buscó en el periódico <strong>la</strong> sección de <strong>la</strong> farándu<strong>la</strong> <strong>para</strong><br />

ponerse al día en el concurso de Miss Universo.<br />

Tomé <strong>la</strong> tarjeta y salimos de <strong>la</strong> oficina de catastro sin pronunciar<br />

una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Parecíamos dos sonámbulos, quienes deambu<strong>la</strong>ban<br />

sin rumbo conocido, hasta que un frenazo nos sacó de nuestro letargo.<br />

Observé un teléfono público, de inmediato l<strong>la</strong>mé al intérprete público<br />

recomendado por <strong>la</strong> farandulera. Concertamos una cita y nos lo prometió<br />

<strong>para</strong> dentro de un mes y eso por que veníamos recomendados por<br />

una buena amiga. Fijó <strong>la</strong> tarifa de recomendación y nos despedimos<br />

hasta <strong>la</strong> entrega de los documentos, los cuales enviaríamos por servicio<br />

de mensajería.<br />

Al final del mes estaban <strong>la</strong>s dos traducciones impecablemente realizadas,<br />

tal como lo habíamos hecho nosotros. Cance<strong>la</strong>mos los emolumentos<br />

y salimos dis<strong>para</strong>dos <strong>para</strong> <strong>la</strong> oficina de catastro.<br />

Nos dirigimos directamente a <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong> cinco y <strong>la</strong> farandulera<br />

estaba leyendo los resultados del último “raiting”; además, se estaba pintado<br />

<strong>la</strong>s uñas con tranquilidad e indiferencia. Cuando vimos a <strong>la</strong> afanosa<br />

taquillera en esta dualidad de actos, no nos arriesgamos a entregarle los<br />

documentos. María Alejandra le sugirió:<br />

—Si usted quiere, yo le pinto <strong>la</strong>s uñas mientras lee nuestros documentos;<br />

creo que están conformes —<strong>la</strong> farandulera le dio el frasco de<br />

pintura; a mí me asignó uno con acetona con sus respectivos algodones.<br />

Nuestra tarea manicura fue impecable. Muchas veces había visto a<br />

María Alejandra realizar esta actividad. Tuve mucho cuidado de quitarle<br />

con acetona <strong>la</strong>s manchas fuera de lugar.<br />

—Esto está de lo mejor; pase a <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong> seis.<br />

Nos miramos llenos de alegría, todo estaba perfecto, repetimos<br />

como un eco de <strong>la</strong> funcionaria.<br />

JORVJ<br />

Catastro-fe

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