Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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derecha. Ello me aseguraba buen augurio, éxito, que debía tener paciencia,<br />
y al final, sería recompensado. Así por lo tanto, el día viernes a<br />
<strong>la</strong>s nueve de <strong>la</strong> mañana, inundado de fe y optimismo dirigí mis pasos a <strong>la</strong><br />
oficina de catastro.<br />
Llegué a <strong>la</strong> oficina pública, en <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong> se hal<strong>la</strong>ba una hermosa<br />
joven, quien parecía encontrarse llevando a cabo el mismo trámite que<br />
yo debía realizar. Deduje que <strong>la</strong> señorita acababa de llegar, pues en ese<br />
momento <strong>la</strong> funcionaria le estaba diciendo a través de <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong>:<br />
—No, “miamor”, ya entregamos todos los números, tienes que<br />
venir el lunes muy temprano <strong>para</strong> recoger el que te corresponde.<br />
Como estaba en <strong>la</strong> misma situación, le increpé a <strong>la</strong> funcionaria, que<br />
dada <strong>la</strong> circunstancia de que no había más personas en el servicio, el<strong>la</strong><br />
podía entregarnos el número <strong>para</strong> hacer nuestras solicitudes.<br />
—No, papito, eso no lo puedo hacer, ya que el manual de procedimiento<br />
de esta oficina lo impide, es mejor que regresen el lunes.<br />
La joven, quien estaba frente a <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong>, miraba a <strong>la</strong> funcionaria y<br />
luego posaba sus bellos ojos en los míos, como esperando un mi<strong>la</strong>gro, o<br />
que se me que ocurriera alguna que otra observación.<br />
—Señorita, yo vengo del exterior y estoy interesado en regresar lo<br />
más rápido posible.<br />
La joven, de bellos ojos, tomó <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra:<br />
—Yo también señorita, estoy hospedada en un hotel y no puedo<br />
estar malbaratando el dinero —su timbre de voz estaba acorde con <strong>la</strong><br />
figura; sus otros encantos habían cautivado mis sentidos, desde el<br />
momento que <strong>la</strong> vi.<br />
La empleada de <strong>la</strong> taquil<strong>la</strong>, quien hasta los momentos no había<br />
levantado <strong>la</strong> vista <strong>para</strong> rastrearnos, informó:<br />
—Yo no puedo hacer nada por ustedes, porque el reg<strong>la</strong>mento así lo<br />
establece.<br />
Sus pa<strong>la</strong>bras finales fueron remarcadas con mayor énfasis. Aún sin<br />
mirar nuestros rostros, se dejó escuchar:<br />
—Buenos días.<br />
Advertí en <strong>la</strong> joven una mirada de decepción y resignación, no<br />
había más remedio que compartir <strong>la</strong>s razones que nos llevó a <strong>la</strong> oficina<br />
de catastro. De inmediato, le expliqué lo narrado anteriormente, y quizás,<br />
porque a veces los azares unen a <strong>la</strong> gente que tienen algo en común,<br />
<strong>la</strong> joven de ojos verdes también contó su problema.<br />
JOQUJ<br />
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