Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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JRTJ<br />
Siete cruces en Agua de Vaca<br />
Como debo <strong>contar</strong> el chisme, voy presentar a cada uno de los personajes<br />
<strong>para</strong> que se familiaricen con ellos y a manera pedagógica voy a<br />
se<strong>para</strong>r el re<strong>la</strong>to en capítulos.<br />
Capítulo 1: La “fortuna” del pobre<br />
Abelcaín nació <strong>para</strong> mendigo. Desde que lo conocí <strong>la</strong> pasaba mendigando<br />
por toda <strong>la</strong>s calles. Siempre lo veíamos deambu<strong>la</strong>ndo por el<br />
pob<strong>la</strong>do vestido con harapos, llevando una bolsa sucia y un <strong>perro</strong> cancerbero<br />
que le hacía compañía. Nunca supe si en realidad Abelcaín era<br />
su nombre o apodo, pero con ese nombre fue como lo conocí; todo el<br />
mundo desconocía el apellido. Un día se p<strong>la</strong>ntó en el pueblo como una<br />
mata de cují y no quiso salir de Agua de Vaca.<br />
Abelcaín se residenció en un rancho, el cual hacía tiempo habían<br />
abandonado unos pescadores. Allí, junto a cancerbero, vivía del producto<br />
obtenido de <strong>la</strong> mendicidad. En los pueblos costeños, afortunadamente,<br />
nunca escasea <strong>la</strong> comida, por lo menos siempre puede<br />
conseguirse algo, aunque sea una sardina, <strong>para</strong> cuando aprieta el hambre.<br />
A Abelcaín lo observaban todas <strong>la</strong>s mañanas en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya, en<br />
espera de los barcos pesqueros regresado de sus faenas. Nunca faltaba<br />
un pescador que le rega<strong>la</strong>ra alguno que otro pescado, <strong>para</strong> que el<br />
pedigüeño no muriera de hambre.<br />
Es evidente que <strong>la</strong> biografía de un mendigo no puede ser muy<br />
extensa, a menos que sea <strong>la</strong> de un personaje llegado a ese estado por<br />
algún problema existencial y no creo que ese fue el caso de Abelcaín. El<br />
mendigo, lo único que hacía era mendigar con su bolsa a cuestas bajo <strong>la</strong><br />
vigi<strong>la</strong>ncia del fiel cancerbero con el que compartía los pocos alimentos.<br />
Las actuaciones de <strong>la</strong>s personas en Agua de Vaca tienen un carácter<br />
religioso. Entre <strong>la</strong>s vecinas del pueblo se turnaban <strong>para</strong> llevarle comida y<br />
alguna que otra ropa. Nunca faltaron los óbolos <strong>para</strong> contribuir con <strong>la</strong><br />
existencia del mendigo, los cuales nunca gastaba, ni siquiera en aguardiente,<br />
porque el hombre era abstemio. Nunca se le vio tomando, ni<br />
siquiera una cerveza —algo raro por estos lugares—. Sentenció <strong>la</strong> re<strong>la</strong>tora.<br />
Un día dejó de mendigar. Nunca supimos <strong>la</strong> razón —dijo Crispinita—.<br />
Abelcaín desistió de recorrer <strong>la</strong>s calles. Pero como en los pueblos<br />
hay siempre gente generosa, algunas de el<strong>la</strong>s iban a su casa, le<br />
rega<strong>la</strong>ban un p<strong>la</strong>to de comida y le entregaban alguno que otro dinero.<br />
Pero lo más curioso es: nadie estaba enterado en qué gastaba <strong>la</strong>s limosnas,<br />
puesto que su vestuario siempre era el mismo.