Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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eseña en alguna agencia internacional, era probable que se destacara el<br />
fracaso del viaje del honorable personaje. A veces, tenía en mis manos<br />
dos periódicos diferentes y notaba que el reportaje periodístico sobre<br />
un mismo acontecimiento no tenía ningún elemento en común. Parecía<br />
que lo reseñado era de dos sucesos diferentes.<br />
Mi esposa Proserpina decía que iba a volverme loco, que dejara de<br />
ver y leer noticias porque nunca iba a valer por dos, sino <strong>la</strong> mitad de un<br />
hombre, ya que me auguraba <strong>la</strong> locura como forma normal de vida. A<br />
pesar de todo no dejaba mi manía.<br />
Como todos saben, en muchos de los programas informativos<br />
siempre dan alguna noticia re<strong>la</strong>tiva a <strong>la</strong> salud y en muchos casos referían<br />
lo peligroso de usar grasa en <strong>la</strong> pre<strong>para</strong>ción de <strong>la</strong>s comidas. De inmediato<br />
le refería a mi esposa <strong>la</strong>s bondades de <strong>la</strong> comida sana y nos dedicábamos a<br />
comer como aspirantes a concurso de belleza. Pero al mes siguiente, en<br />
ese mismo canal, durante el noticiero, aparecía un conocido chef de<br />
cocina exhibiendo una prominente panza y mostrando <strong>la</strong> excelencia de<br />
una comida pre<strong>para</strong>da con media taza de aceite, huevos, queso crema y<br />
salsa de mayonesa. Como consecuencia de ello le sugería a mi mujer que<br />
cocinara <strong>la</strong> delicia gastronómica del conocido cocinero.<br />
Pero eso no es todo. Tengo entendido que los reportajes los pre<strong>para</strong>n<br />
reporteros asesorados con personas competentes en <strong>la</strong> materia y<br />
yo, como ciudadano preocupado por <strong>la</strong> vida sana tomaba <strong>para</strong> mí los<br />
consejos sobre salud y deporte. Resultó que un día observo en <strong>la</strong> televisión<br />
<strong>la</strong>s orientaciones y los beneficios <strong>para</strong> el corazón de correr por lo<br />
menos cinco kilómetros diarios, bajo el eslogan “correr es vivir”. Me<br />
entusiasmé con este reportaje, e invité a Proserpina a trotar todos los<br />
días esa distancia —como perseguidos por una jauría—. Mi pobre<br />
mujer me acompañó religiosamente y luego en <strong>la</strong> noche nos acostábamos<br />
muertos de cansancio. Pero un año después leí en uno de los<br />
periódicos, que un prominente médico deportivo norteamericano hab<strong>la</strong>ba<br />
del alto impacto que se producía al correr y que esto conllevaba,<br />
algunas veces, al desgarramiento de alguno de los órganos internos. Sin<br />
pensarlo dos veces, ante el temor de que se me cayeran los testículos, le<br />
dije a mi mujer que no correríamos, sino que de ahora en ade<strong>la</strong>nte teníamos<br />
que caminar. Incluso recuerdo que el galeno trajo su propio eslogan<br />
“correr es morir y caminar es vivir”. Creo que Proserpina se contentó<br />
con el cambio.<br />
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