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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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JNUTJ<br />

Ovario 2050<br />

—¿Qué re<strong>la</strong>ción guardan los ojos, organismos sensores de estímulos,<br />

con el órgano destinado a <strong>la</strong> procreación?<br />

En el momento que leía y miraba <strong>la</strong>s imágenes de <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong>, comprendí<br />

lo que en los textos pornográficos l<strong>la</strong>maban “p<strong>la</strong>cer”. Esto trajo<br />

como consecuencia, una sensación de calor intenso en el cuerpo, acompañado<br />

con una protuberancia aumentada en <strong>la</strong> zona de mi entrepierna.<br />

No sentí algún temor por haber vio<strong>la</strong>do <strong>la</strong>s disposiciones gubernamentales.<br />

Sólo quería que Higinia 26 compartiera conmigo el descubrimiento.<br />

El correo electrónico permitió enviarle a <strong>la</strong> futura receptora, <strong>la</strong>s<br />

imágenes y los textos descifrados. Quería que observara con minucia,<br />

cada una de <strong>la</strong>s imágenes y leyera con detenimiento los párrafos; deseaba<br />

con vehemencia su opinión. La amiga cibernética, conoció con detalle<br />

<strong>la</strong>s nuevas sensaciones que experimenté durante mis sesiones. Le pedí,<br />

que en breve tiempo, me describiera, por esta misma vía, <strong>la</strong> percepción y<br />

los cambios que su cuerpo experimentara al recibir <strong>la</strong>s imágenes y <strong>la</strong> lectura<br />

de los párrafos y <strong>la</strong>s imágenes que había enviado<br />

Una vez leída <strong>la</strong> muy explícita descripción que hizo Higinia 26 de<br />

sus sensaciones, después que observó <strong>la</strong>s imágenes y leyó los textos que<br />

le remití, sentí <strong>la</strong> obligación de vio<strong>la</strong>r el contrato redactado en <strong>la</strong> clínica,<br />

cuyos firmantes fueron nuestras respectivas madres. Al fin y al cabo, ni<br />

el<strong>la</strong> ni yo fuimos signatarios de tal contrato.<br />

No sé si <strong>la</strong> prosa de Higinia 26 tuvo <strong>la</strong> virtud de enardecer todo lo<br />

que los primitivos l<strong>la</strong>maron el instinto. La descripción de sus emociones<br />

y de los fluidos emanados por su cuerpo, al ver y leer lo mostrado en <strong>la</strong><br />

pantal<strong>la</strong> fue tal, que decidimos que debíamos vernos en algún sitio de <strong>la</strong>s<br />

zonas bajas de <strong>la</strong> ciudad. Eran los lugares donde estaban permitidos los<br />

encuentros carnales de <strong>la</strong>s parejas. No nos importaba descender a <strong>la</strong>s<br />

c<strong>la</strong>ses bajas, queríamos dar rienda suelta a nuestras emociones, simi<strong>la</strong>r a<br />

como habíamos leído en algunos de los textos prohibidos.<br />

Fijamos un lugar <strong>para</strong> nuestro encuentro, una edificación l<strong>la</strong>mada<br />

“motel”, lugar adonde se acuden <strong>la</strong>s parejas de c<strong>la</strong>se baja <strong>para</strong> procrear<br />

hijos. Estos niños al crecer, serán los encargados, una vez adultos, de<br />

realizar los trabajos menos especializados: obreros, servicios o cualquier<br />

otro empleo. Por medio de contactos cibernéticos, logré <strong>para</strong> una fecha<br />

determinada un cupo en esta edificación. Evidentemente, deberíamos<br />

recurrir a nombres falsos; lo que íbamos hacer estaba penado por el<br />

ministerio. En fin, logramos concertar una cita, con <strong>la</strong> única intención

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