Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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Hizo una breve pausa, como <strong>para</strong> coger fuerza y continuó:<br />
—Sin ni siquiera haber llegado a <strong>la</strong> mayoría de edad fui arrebatado<br />
del <strong>la</strong>do de mi familia. Como hermano mayor, debía arrimar el hombro<br />
en los trabajos de <strong>la</strong> casa. Además, ayudaba a <strong>la</strong>brar <strong>la</strong> tierra de una finquita,<br />
de <strong>la</strong> cual obteníamos el sustento <strong>para</strong> mantener a mi madre y a<br />
mis doce hermanos. No se olvide licenciado, escriba todo lo que estoy<br />
diciendo porque es <strong>la</strong> purita verdad —permanecía atento, escuchando<br />
<strong>la</strong> grabación mientras Nemesio tomó aliento, como arrancándole a su<br />
memoria trazos de su vida y continuó:<br />
«En el cuartel me convertí en el mejor francotirador del destacamento.<br />
Fui entrenado por un rubio; un militar que venía de Carolina<br />
del Norte de una academia especializada en estos menesteres. Si mal no<br />
recuerdo, creo que se l<strong>la</strong>ma “Escue<strong>la</strong> de Guerra de Fort Bragg”. Dada<br />
mi pre<strong>para</strong>ción física y sicológica fui bautizado como el soldado mejor<br />
entrenado en operaciones de comando. No había en el regimiento un<br />
soldado que dis<strong>para</strong>ra mejor que yo. Podía pegarle un tiro a un pájaro<br />
que vo<strong>la</strong>ra a más de veinte metros de altura. Me convirtieron en un<br />
individuo calmado, frío y metódico.<br />
Era sorprendente el lenguaje utilizado por mi interlocutor, cuyas<br />
frases salían por <strong>la</strong>s cornetas del equipo de sonido. Evidenciaba que era<br />
un especialista en el “arte” de matar. Permanecía expectante ante sus<br />
pa<strong>la</strong>bras:<br />
—Mis disparos eran acertados, lo que me valió el sobrenombre de<br />
“Ojo de Águi<strong>la</strong>”, anótelo ahí, licenciado. Evoco <strong>la</strong>s indicaciones del<br />
gringo: “contro<strong>la</strong> <strong>la</strong> respiración al apretar el gatillo. Recuerden que un<br />
leve movimiento de <strong>la</strong> caja toráxica puede desviar el punto de impacto”<br />
—aquel día Nemesio engoló su voz sintiéndose orgulloso de sus<br />
hazañas como francotirador. Aseguraba, que <strong>para</strong> ese período tenía <strong>la</strong>s<br />
referencias más actualizadas en materia de armamento—. Era <strong>la</strong> época<br />
de <strong>la</strong> guerril<strong>la</strong>, en esos tiempos en que estaba en peligro <strong>la</strong> paz, <strong>la</strong> democracia<br />
y <strong>la</strong> libertad.<br />
Su lenguaje todavía era el de un militar.<br />
—Todos los días, después del entrenamiento, nos reunía un<br />
comandante y nos daba una perorata. Durante <strong>la</strong> arenga, el oficial nos<br />
informaba de los peligros que acosaban a <strong>la</strong> República, es decir, mi<br />
patria —Nemesio utilizaba <strong>la</strong> voz de mando; yo suponía que era <strong>la</strong> del<br />
capitán y repetía—. “Ustedes han sido predestinados por Dios y el<br />
Ministerio <strong>para</strong> continuar <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor del ejército libertador”. El capitán<br />
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