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SAN AGUSTIN. OBRAS

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santos que en aquel día vivan aún, y anuncia que en un instante más breve que un sonido<br />

que se apaga, los muertos saldrán incorruptos, esto es, íntegros, y los que fueren hallados<br />

justos se transformarán en gloria.<br />

Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se haya vestido de<br />

inmortalidad; entonces se cumplirá la palabra que está escrita: '¿Dónde está, muerte, tu<br />

aguijón? ¿Dónde está tu victoria?' Ahora el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder<br />

del pecado, la ley 256 . Muestra, es su estilo, que habla sólo de la resurrección de los<br />

santos; por eso silencia la resurrección de los impíos, y declara empresa noble que en los<br />

cuerpos de los santos la corrupción sea devorada por una eternidad gloriosa. Y cuando<br />

esto se cumpla será lícito burlarse del diablo y de la muerte eterna, pues nos hacía ver<br />

como mala esta natural corrupción; entonces el gozo de los santos le increpará al ver roto<br />

el aguijón de la muerte con su victoria, y dirán: ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde<br />

está tu victoria? El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley 257 . Es<br />

decir, tú, ¡oh muerte eterna!, tenías en tu mano el aguijón del pecado; con él herías a los<br />

desertores de la justicia, porque sin este aguijón, es decir, si no estuvieras armada con el<br />

pecado voluntario, no podías herir. Ves que nuestra fe rompió este aguijón y este pecado,<br />

como lo prueba la recompensa que nos está reservada, a pesar de tus esfuerzos por<br />

arrancármela; tu aguijón fue el pecado, y el poder del pecado, la ley, porque donde no<br />

existe ley no hay prevaricación 258 . Sí, aunque tu aguijón era el pecado, sin embargo, se<br />

robusteció por los prevaricadores, en particular cuando fue dada la ley, aunque no haya<br />

sido promulgada para perjudicar al hombre, porque la ley es santa, el precepto es santo,<br />

justo y bueno, y el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de<br />

lo bueno, a fin de que, por el mandato, el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso<br />

259 . La fuerza que daba a tu aguijón la complicidad de nuestra tendencia al mal se rompió<br />

contra la coraza de las virtudes de los fieles, como lo prueba su recompensa. Te<br />

insultamos, dando gracias a nuestro Dios, que nos dio esta victoria por medio de nuestro<br />

Señor Jesucristo" 260 .<br />

Ag.- Sobre la imagen del hombre terreno y la imagen del hombre celeste, ya hemos<br />

discutido bastante más arriba; te contesté que aquí abajo se podía llevar la imagen del<br />

hombre celeste por la fe y la esperanza, pero que la llevaremos en la realidad, como un<br />

don que nos pertenecerá, cuando nuestro cuerpo, sembrado ahora animal, resucite<br />

espiritual. Estas dos imágenes, la del hombre terreno y la del hombre celeste, las atribuye<br />

el Apóstol a dos diferentes objetos; la primera, al animal; la otra, el celeste. Antes había<br />

dicho: No fue formado primero el cuerpo espiritual; primero fue el cuerpo animal, después<br />

el espiritual 261 . Y añade en seguida: El primer hombre de la tierra, terreno; el segundo<br />

hombre viene del cielo, y es celeste 262 . ¿Cuál es el primero? Adán, por quien vino la<br />

muerte. ¿Cuál es el segundo? Cristo, por quien vendrá la resurrección de los muertos.<br />

Porque por un hombre vino la muerte, y por un hombre vendrá la resurrección de los<br />

muertos. Y así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos serán vivificados 263 . Es<br />

decir, todos los que son vivificados, lo serán en Cristo. Pero acerca de esto hemos hablado<br />

ya bastante.<br />

No es, pues, dudoso a cuál de estas dos cosas se refieren las imágenes; una se refiere a la<br />

muerte del cuerpo; la otra, a la resurrección; una, al cuerpo animal, sembrado en vileza;<br />

la otra, al cuerpo espiritual, que resucitará en gloria; de una nos vestimos al nacer, de la<br />

otra al renacer. Nacemos en pecado, renacemos por el perdón de los pecados, y por eso<br />

dice el Apóstol: Así como hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevemos también<br />

la imagen del celeste 264 . Recuerda nuestro primer nacimiento y nos exhorta a no<br />

descuidar el segundo. No hay, pues, medio de sustraer al castigo el primer nacimiento,<br />

que envuelve nuestro cuerpo, sembrado en vileza, si no renace por la gracia, y, si en este<br />

renacimiento no persevera, no llegará al estado espiritual, que resucitará en gloria. ¿Qué<br />

quieres decir con estas palabras: "Pasa abiertamente el Apóstol a los actos de la voluntad,<br />

y demuestra que debe existir entre nuestra conducta pasada y nuestra conducta presente<br />

la misma diferencia que existe entre mortalidad e inmortalidad?" No, el Apóstol no pasa de<br />

un orden de ideas a otro; continúa su razonamiento sobre la resurrección de la carne, a la<br />

que opone la muerte del cuerpo. No se trata en este pasaje de dos opuestas conductas,<br />

una buena y otra mala; pero la resurrección de la carne vendrá por Cristo, así como la<br />

muerte de la carne vino por Adán. Deja al hombre de Dios hacer lo que hace; sigue sus<br />

pasos y no te empeñes en que vaya a tu zaga; pese a tus esfuerzos, no te sigue. Con toda<br />

claridad opone él la resurrección de la carne a la muerte del cuerpo; una y otra tienen<br />

autores diferentes; es Adán autor de la muerte del cuerpo; Cristo, de la resurrección de<br />

los cuerpos; emplea, para mayor claridad, dos imágenes: una del hombre terreno, la otra

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