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SAN AGUSTIN. OBRAS

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Con el sudor de tu rostro comerás tu pan 159 . No me parece formen estas palabras parte<br />

de la maldición, porque, para un jornalero, el sudor es como un beneficio de la naturaleza,<br />

pues refresca sus miembros. Y testimonia la Escritura que Adán, antes de pecar, ya<br />

trabajaba en el cultivo de la tierra. Dice: Tomó el Señor Dios al hombre que había formado<br />

y lo puso en el paraíso para que lo labrara y guardase 160 . Ni en el paraíso quiso Dios<br />

tuviera el hombre sus alimentos sin ganarlos con su trabajo, para estimular su actividad<br />

con su mandato; luego ¿qué le sucedió de nuevo, si creemos en su trabajo y en su sudor?<br />

A continuación leemos: Hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres<br />

tierra, e irás a la tierra 161 . Esta última parte de la sentencia, como lo concerniente a la<br />

mujer, es más bien una explicación que un castigo. Y diría aún más, pues, siguiendo el<br />

texto, ésta es una promesa consoladora para el hombre. Como había ya recordado<br />

dolores, trabajos, sudores, para no dar la impresión de una duración eterna indica su<br />

término, y mitiga así su pesar. Es como si le dijese: No siempre vas a padecer estos<br />

males, sólo hasta que vuelvas a la tierra de la que has sido tomado, porque eres tierra, y<br />

a la tierra irás 162 . ¿Por qué, después de haber dicho: Hasta que vayas a la tierra de la que<br />

has sido tomado, no añadió: 'porque pecaste y has quebrantado mi precepto?' Creo era<br />

necesario decir esto, si la corrupción de los cuerpos es consecuencia de un crimen. Pero ¿<br />

qué dijo? Porque eres tierra, e irás a la tierra. Indica, pues, la causa de su retorno a la<br />

tierra: porque eres tierra, dijo. Y en qué sentido sea tierra, lo declara más arriba: Porque<br />

fuiste de la tierra tomado. Da Dios la razón por la que el hombre debe retornar a la tierra,<br />

y es porque de ella había sido tomado; esta formación del hombre nada tiene que ver con<br />

el pecado. Es evidente que si por naturaleza es mortal, no es la muerte castigo de un<br />

pecado, sino efecto de su condición. Su cuerpo no es eterno, y debe retornar a la tierra.<br />

La esterilidad de los árboles, la abundancia de zarzales, los dolores del parto,<br />

multiplicados en los enfermos, son castigo para los culpables, no para todo el género<br />

humano. Por último, Caín y Abel, ambos de una misma naturaleza y voluntades dispares;<br />

pecó Caín voluntariamente, sin que en él influyeran los pecados de sus padres, ni<br />

perjudicó a Abel la prevaricación de su progenitor. Cada uno de ellos obró por propia<br />

iniciativa; los padres no les transmiten inclinación alguna al pecado ni a la virtud. Los dos<br />

desempeñan funciones de sacerdotes y presentan sus ofrendas a Dios, su Creador. En los<br />

dos el mismo homenaje, en los dos diferente intención, como lo manifiesta la sentencia<br />

divina, pues el Señor se muestra complacido en el sacrificio de Abel y declara la causa de<br />

su irritación por el de Caín, ofrece bien y divide mal. Pronto este corazón impío se<br />

enciende en fuego de envidia, celoso de la santidad de su hermano, y decide sacrificar al<br />

odio a Abel. Y en la primera ocasión se hace evidente que la muerte en sí no es un mal,<br />

pues la primera víctima de todas fue un justo. Sin embargo, no pudo el culpable huir de la<br />

venganza divina. Le pregunta el Señor por su hermano, queda su crimen manifiesto, se le<br />

impone un castigo; además del terror que interiormente tortura su alma después de su<br />

criminal crueldad, es un maldito de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la<br />

sangre de tu hermano, y cuando labres la tierra no te volverá a dar su fuerza 163 .<br />

De nuevo la esterilidad de la tierra se anuncia como castigo para el que la cultiva, y hay en<br />

el Deuteronomio multitud de ejemplos de esta misma índole con los que amenaza Dios a<br />

los hombres. De esto, ¿qué se deduce? ¿Serán fruto del fratricidio de Caín los espesos<br />

zarzales de nuestros campos, que la podadera del labrador vigila? Si todos los jarales que<br />

cubren la tierra son efecto de un castigo, ¿será necesario decir que todos los niños<br />

comieron del fruto vedado, aunque no tengan al nacer dientes ni hayan derramado la<br />

sangre de Abel? Evidentes los excesos a los que conduce el error de los maniqueos con su<br />

teoría de la transmisión.<br />

En resumen, sólo en el marco de la locura tiene consistencia vuestro error; el buen sentido<br />

de los católicos se ríe de vuestros argumentos, pero en caridad llora vuestra ruina".<br />

Ag.- Tu extensa y laboriosa discusión sobre el castigo del primer hombre no surte otro<br />

efecto que atenuar la culpa al atenuar la pena. Y esto por unas palabras tomadas de mi<br />

libro, a las que das respuesta para refutarlas. Dije: "El pecado que pervirtió al hombre en<br />

el paraíso es asaz más grande de lo que imaginar podemos, pecado que todo hombre trae<br />

consigo al nacer". Y para que no parezca tan enorme ni capaz de pervertir nuestra<br />

naturaleza, haces poderosos esfuerzos para demostrar que el castigo infligido es liviano,<br />

casi nulo. Y explicas, en el sentido de tu error, la maldición lanzada contra la tierra y los<br />

trabajos del hombre culpable, y afirmas que ya antes del pecado existían jarales y zarzos,

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