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SAN AGUSTIN. OBRAS

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ecompensa. Pon atención a las Escrituras, a las que, por desgracia, das esquinazo para<br />

abandonarte al viento de tu caprichosa locuacidad como a una tempestad. Escucha lo que<br />

dicen: Israel no encontró lo que buscaba, pero lo encontraron los elegidos; los otros se<br />

quedaron ciegos, según lo que está escrito: Les dio Dios un espíritu de aturdimiento, ojos<br />

para no ver, oídos para no oír hasta el día de hoy. Y David dice: Conviértase su mesa en<br />

trampa, piedra de tropiezo; oscurézcanse sus ojos para que no vean; se curven sus<br />

espaldas hacia la tierra 22 . Medita también estas palabras del Evangelio: No pudieron creer<br />

porque había dicho Isaías: Cegó sus ojos y endureció su corazón para que no vieran con<br />

sus ojos ni comprendieran en su corazón, y se convirtieran y sanaran 23 .<br />

He citado estos textos para que comprendas, si puedes, que, sin duda, es posible, por<br />

justo castigo, que los hombres no crean, porque tienen su corazón ciego, y por su bondad<br />

hace Dios que crean con voluntad libre. ¿Quién ignora que nadie cree si no es por el libre<br />

albedrío de su voluntad? Pero es Dios quien prepara esta voluntad; y nadie puede salir de<br />

esta esclavitud, merecida por su pecado, mientras no disponga el Señor con su gracia este<br />

querer, gracia gratuita del todo. Si Dios no hiciese querer a los que no quieren, cierto que<br />

no le pediríamos esta buena voluntad para aquellos que no quieren creer. Es lo que hacía<br />

el Apóstol por los judíos cuando dice: Hermanos, a ellos va el afecto de mi corazón y por<br />

ellos se dirigen a Dios mis súplicas para que sean salvos 24 . Por eso pedía San Pablo para<br />

ellos el querer: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo 25 . El obispo Cipriano<br />

ve en estas palabras de la oración dominical una advertencia para que oremos por<br />

nuestros enemigos infieles y para que estos hombres, que son tierra por pertenecer a la<br />

imagen del hombre terreno, crean, como nosotros, que estamos ya en el cielo, pues<br />

somos portadores de la imagen del hombre celestial.<br />

La gracia elevante de Cristo<br />

11. Jul.- "Perdura el pacto entre vosotros y los maniqueos; ellos por su profesión de fe,<br />

vosotros con vuestros argumentos, afirmáis que la naturaleza del primer hombre era<br />

mala; afirmación repleta de falsedades y absurdos, como lo prueba el admirable ejemplo<br />

del justo Abel. Dejo a un lado la legión de santos, por no citar más que el primer justo<br />

después del pecado de Adán. Abel, nacido de padres pecadores, prueba con su santidad<br />

que no le faltó fuerza para practicar la virtud. Pero no insisto sobre este punto, para poder<br />

seguir más de cerca la doctrina de esta secta traducianista.<br />

¿Qué clase de libre albedrío piensas tú le fue concedido a nuestros primeros padres, pues<br />

confiesas que les fue otorgado? Consistía, cierto, en la opción de poder hacer el mal o<br />

evitarlo, abandonar o practicar la justicia. No existiría voluntad de pecado si no precediera<br />

la posibilidad de querer pecar. Dices que usaron de su propia voluntad, es decir, que por<br />

un movimiento libre del alma perdieron el libre albedrío. ¿Se puede imaginar disparate<br />

mayor? Veamos la fuerza de tu argumentación. Dices que el hombre perdió por propia<br />

voluntad lo que voluntariamente le fue concedido; el pecado no es otra cosa que una mala<br />

voluntad; bien. La libertad nos es otorgada no para coaccionar a la voluntad, sino para<br />

posibilitarle su actividad; y esta libertad, dices, perdió su condición por un acto de su<br />

voluntad; de suerte que es preciso creer que pereció por el acto mismo que prueba su<br />

existencia. Evidente, una voluntad mala no es el fruto, sino prueba de la libertad. Y la<br />

libertad no es más que la posibilidad de obrar bien o mal, pero voluntariamente. ¿Cómo es<br />

posible perezca por un acto que prueba su existencia, pues la mala y buena voluntad no<br />

suprimen la libertad, la proclaman? La misma diferencia que existe entre victoria y<br />

derrota, existe entre tu teoría y la naturaleza del libre albedrío, pues lo crees muerto<br />

cuando se reafirma. ¿Qué hay de nuevo, qué sucedió de extraordinario en el hombre<br />

pecador para arruinar la obra de Dios? Fue creado el hombre con libertad para poder pecar<br />

o no pecar; pecó, e hizo ciertamente lo que no debía, pero lo pudo hacer. ¿Por qué iba a<br />

perder una facultad que le fue otorgada para que pudiese querer o no querer lo que<br />

quiso?"<br />

Ag.- Repites una y otra vez las mismas cosas a las que ya he dado respuesta, como habrá<br />

visto el lector. Mas como insistes y vuelves a repetir que la libertad de hacer el bien o el<br />

mal no puede perecer por su mal uso, responda el bienaventurado papa Inocencio, obispo<br />

de la Iglesia de Roma, en una carta que escribe -refiriéndose a vuestra causa- a los<br />

obispos de África reunidos en concilio: "El hombre, dice, dotado en otro tiempo de libre<br />

albedrío, usó inconsideradamente de sus ventajas, y, una vez caído en el abismo de su<br />

prevaricación, no encuentra cómo levantarse, y habría quedado sepultado bajo sus ruinas

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