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SAN AGUSTIN. OBRAS

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uena voluntad, y así la buena voluntad es obra de Dios,<br />

porque con ella crió Dios al hombre; pero la mala voluntad primera,<br />

que precedió en el hombre a todas las obras malas, antes<br />

fue un apartamiento o abandono de la obra de Dios que obra alguna<br />

positiva, y fueron malas estas obras de la mala voluntad<br />

porque las hizo el hombre conforme a si propio, y no según Dios, de<br />

suerte que la voluntad fuese como un árbol malo que<br />

produjo malos frutos, o, si se quiere, como el mismo hombre de mala<br />

voluntad.<br />

Aunque esta mala voluntad no sea conforme a la naturaleza, sino<br />

contra la naturaleza, porque es vicio, con todo, es de la<br />

naturaleza del vicio, el cual no puede existir sino en la naturaleza,<br />

es decir, en aquella que fue criada de la nada, no en la que<br />

engendró el Criador de sí mismo, como engendró al Verbo por quien<br />

fueron criadas todas las cosas. Pues aunque formó Dios al<br />

hombre del polvo de la tierra, la misma tierra y toda la materia y<br />

máquina terrena la crió absolutamente de la nada, y criando el<br />

alma de la nada la infundió en el cuerpo cuando hizo al hombre. Y en<br />

tanto grado aventajan los bienes a los males, que aunque<br />

los males se permitan para manifestar cómo puede también usar bien de<br />

ellos la providente justicia del Criador, sin embargo<br />

pueden hallarse los bienes sin los males, como es el mismo verdadero<br />

y sumo Dios y como son sobre este calignoso aire las<br />

criaturas celestiales e invisibles; pero los males no se pueden<br />

hallar sin los bienes, porque las naturalezas en que se hallan, en<br />

cuanto son naturalezas, son, sin duda, buenas. Quitase el mal no<br />

quitando la naturaleza o alguna parte suya, sino corrigiendo y<br />

sanando la viciada y depravada.<br />

El albedrío de la voluntad es verdaderamente libre cuando no sirve a<br />

los vicios y pecados; tal nos le dio Dios, que en<br />

perdiéndole por nuestro propio pecado no le podemos volver a recobrar<br />

sino de mano del que nos le pudo dar. Y así dice la<br />

misma verdad: , que es lo mismo que si se dijera: <br />

Vivía, pues, el hombre según Dios en el Paraíso corporal y<br />

espiritual, porque el Paraíso no era corporal por los bienes del<br />

cuerpo ni espiritual por los del espíritu, sino espiritual para que<br />

se gozara por los sentidos interiores, y corporal para que se<br />

gozara por los exteriores. Era verdaderamente lo uno y lo otro por lo<br />

uno y por lo otro, hasta que aquel ángel soberbio y, por,<br />

consiguiente, envidioso por su soberbia, convirtiéndose en dios a sí<br />

propio, y con arrogancia casi tiránica, deseando más tener<br />

súbditos que serlo, cayó del Paraíso espiritual (de cuya caída y la<br />

de sus compañeros, que de ángeles de Dios se hicieron<br />

ángeles suyos, bastantemente traté, según mi posibilidad, en los<br />

libros XI y XII de esta obra), y deseando con astucia<br />

apoderarse del hombre a quien, porque perseveraba en su estado,<br />

habiendo él caído del suyo, tenía envidia, escogió a la serpiente<br />

en el Paraíso corporal, donde con aquellas dos personas,<br />

hombre y mujer, vivían también los demás animales terrestres<br />

sujetos y pacíficos sin hacer daño alguno; escogió, digo, a la<br />

serpiente, animal escurridizo que se mueve con torcidos rodeos,<br />

acomodado a su designio para poder hablar por ella, y habiéndola<br />

rendido por la presencia angélica y por la naturaleza más<br />

excelente con astucia espiritual y diabólica, y usando de ella como<br />

instrumento, cautelosamente comenzó a platicar con la mujer,<br />

empezando por la parte inferior de aquella humana compañía, para de<br />

lance en lance llegar al todo, juzgando que el varón no<br />

era tan crédulo y que no podía ser engañado sino cediendo y dejándose<br />

llevar del error del otro.<br />

Así como Aarón no consintió con el engañado pueblo en la construcción<br />

del ídolo siendo él engañado, sino que cedió y se dejó<br />

llevar forzado; ni es creíble que Salomón con error pensase que tenía<br />

obligación de servir a los ídolos, sino que le compelieron

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