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SAN AGUSTIN. OBRAS

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2. Con razón reprendes gravemente "a los que son perezosos en aprender lo que deben<br />

saber o no temen condenar lo que ignoran". Mas ¿puedes tú lamentar esto en los tontos?<br />

Sin embargo, no puedes encontrar un argumento válido por el que, bajo un Dios justo, les<br />

pueda suceder tamaña desgracia, si es que los hijos no contraen el mal de sus padres que<br />

los hace culpable. Y, para servirme de tus palabras, "la envidia que de ti sentimos nos<br />

hace enloquecer e impide ver la verdad, que ninguna sombra de ignorancia puede ocultar,<br />

pues es tan clara como la luz de mediodía". Y tú, que estás limpio de envidia, ¿no ves los<br />

males que oprimen a los niños? Dios es bueno, Dios es justo. No existe naturaleza mala,<br />

extraña a la nuestra y con ella mezclada, como opinan los maniqueos. ¿De dónde, pues,<br />

vienen tantos males como en los hombres vemos, no digo en el terreno de las costumbres,<br />

sino del espíritu, si el origen del hombre no está corrompido en su fuente y el género<br />

humano no es una masa condenada? Tú que eres un hombre exento de necedad y limpio<br />

de envidia, ¿por qué haces de ésta una descripción tal que en tus palabras se transparente<br />

este vicio que es pecado y castigo de pecado? ¿Acaso no es la envidia pecado diab-lico? ¿<br />

No es también pena de pecado, si ya en el momento de existir atormenta a su autor?<br />

Estas son tus propias palabras; sin embargo, te parece haber discutido con ingenio muy<br />

penetrante, con locuacidad interminable, y todo para probar que una cosa "no puede ser,<br />

a la vez, pecado y pena de pecado". Es posible que, no siendo envidioso, hayas<br />

encontrado en otro libro, después de muchos afanes, todo lo que de la envidia dices, y has<br />

preferido contradecirte a ti mismo para darme la alegría de que no nutres contra mí<br />

sentimiento alguno de envidia.<br />

El mundo, bajo el poder del maligno<br />

II. 3. Concluido el exordio, en el que, según tu costumbre, te esfuerzas en probar lo<br />

mismo que yo predico, es decir, que Dios es el creador de los hombres, citas unas<br />

palabras de mi libro en las que digo: "El hombre, fruto de la concupiscencia de la carne,<br />

nace para el mundo, no para Dios. Nace para Dios cuando renace del agua y del Espíritu".<br />

Pones asechanzas a mis palabras, y afirmas que se ha de entender que quiero decir que<br />

todo lo que al mundo pertenece es propiedad del diablo. Te apoyas en otro pasaje donde<br />

digo: "Los que nacen de la unión de los cuerpos pertenecen, por derecho, al diablo"; pero<br />

afirmo también que "son arrancados del poder de las tinieblas cuando son regenerados en<br />

Cristo".<br />

A tu calumnia respondo: Crees llamo mundo a lo que pertenece al dominio del diablo,<br />

como si éste fuera el creador de cielo y tierra y cuanto en ellos se contiene. Lejos de<br />

enseñar esto, condeno, rechazo y detesto a todo el que hable así. Cuando en este pasaje<br />

hablo del mundo, es en el mismo sentido que habla el Señor cuando dice: Llega el príncipe<br />

de este mundo 2 . Ciertamente, el Señor no ha querido dar a entender que el diablo es el<br />

príncipe de cielo y tierra y de todo lo que ha sido creado por la Palabra, es decir, el mismo<br />

Cristo, y del que está escrito: El mundo fue hecho por él 3 ; sino que tiene el mismo<br />

significado que en aquel otro lugar: El mundo está bajo el poder del Maligno 4 . Y en otro<br />

pasaje: Todo lo que en el mundo hay es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los<br />

ojos y ambición del siglo, que no viene del Padre, sino del mundo 5 .<br />

No se puede decir que el cielo y la tierra no vengan del Padre por el Hijo; ni que los<br />

ángeles, los astros, los árboles, los animales y los hombres, en cuanto a la sustancia, por<br />

la que son hombres, no vengan del Padre por el Hijo. Pero el diablo es el príncipe de este<br />

mundo, y el mundo está bajo el imperio del Maligno, como también todos los hombres,<br />

reos de condenación eterna si no son librados por la sangre derramada para el perdón de<br />

los pecados, y no sigan perteneciendo al príncipe de los pecadores. Este es el mundo cuyo<br />

príncipe es el diablo, del que dice aquel que venció al mundo: Llega el príncipe del mundo,<br />

y nada encuentra en mí 6 . Lo digo por este mundo en el que el hombre nace, hasta que no<br />

renazca de aquel que venció al mundo, y en él nada encontró el príncipe de este mundo.<br />

4. ¿Cuál es el mundo del que dice el Salvador y vencedor del mundo: El mundo no puede<br />

odiaros; a mí me odia porque doy testimonio de que sus obras son malas? 7 ¿Son malas,<br />

acaso, las obras del cielo, de la tierra y de los astros? Este mundo son los hombres. Nadie<br />

puede verse libre de este mundo sino por la gracia de Dios, que nos ha sido dada por<br />

Jesucristo nuestro Señor; que dio su carne por la vida del mundo, cosa que no hubiera<br />

hecho de no encontrar el mundo muerto. ¿Cuál es el mundo del que dice a los judíos:<br />

Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo? 8 Por último, ¿cuál es este mundo<br />

en el que Jesús ha elegido a sus discípulos para que no fueran ya del mundo, y que el

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