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SAN AGUSTIN. OBRAS

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puede equivocarse: Dejad que crezcan juntos ambos hasta la siega 62 .<br />

El reducido número no es criterio de verdad<br />

LXVII. 76. Refrénense, pues, los impíos desertores del grano que se desarrolla tan fértil<br />

por el mundo entero, y no osen gloriarse del escaso número de cizaña separada. Y si se<br />

glorían, verán que al punto se levantan los maximianenses, presentes en el juicio divino<br />

para confundirlos en todo y, si tienen un poco de sentido los donatistas, lograr corregirlos.<br />

En efecto, a aquéllos, muy inferiores en número, los han perseguido éstos, más<br />

numerosos; y en su persecución han reducido a algunos de ellos a su propia comunión,<br />

despreocupándose de los restantes, tanto más justos cuanto menos numerosos.<br />

77. Dices: "El Oriente no está en comunión con África ni África con el Oriente".<br />

Ciertamente que no, pero esto ocurre en la paja herética separada de la era del Señor; en<br />

cambio, en el grano y la paja interna católicos el Oriente está en plena comunión con<br />

África y África con el Oriente. Unos herejes aquí, allí otros y otros en otras partes, todos se<br />

enfrentan a la unidad católica difundida por todas partes. Ella está, en efecto, en todas<br />

partes, y de ella salieron los que no pudieron estar en todas partes, diciendo, según se<br />

había anunciado de ellos: Cristo está aquí, Cristo está allí. Allí están, los unos en un lugar,<br />

los otros en otro, mostrando las reducidas parcelas de sus conjeturas o, mejor, de sus<br />

amputaciones, y negando con impío orgullo el tronco del que fueron cortados.<br />

A esta Iglesia, que, en sus copiosos frutos, al dilatarse por todo el orbe de la tierra,<br />

engendra de todo pueblo, tribu y lengua una multitud vestida de blanco que nadie puede<br />

contar, como se escribe en el Apocalipsis 63 , con palmas en las manos; a esta Iglesia,<br />

repito, con la que está bien claro no está en comunión el partido de Donato, debieron<br />

aportar vuestros antepasados cuantos documentos auténticos poseyeron sobre los<br />

traditores. Si hubieran hecho esto, estarían ellos dentro de su seno, y fuera de ella<br />

aquellos a quienes acusaban. Pero ahora, al ver que los acusados han permanecido en<br />

ella, ¿debemos sentir algo bueno de los acusadores, que vemos fuera de ella?<br />

Recordemos aquella mi presentación de las cuatro posibilidades, referida a los documentos<br />

que presentan una y otra parte acerca de los traditores: o unos y otros son verdaderos, o<br />

unos y otros son falsos, o son verdaderos los nuestros y falsos los vuestros, o falsos los<br />

nuestros y verdaderos los vuestros. Viendo tú que en los tres primeros supuestos<br />

quedabais superados con toda facilidad, te acogiste en vano al último como si por él<br />

pudieras evadirte. Aunque te das cuenta del descaro que supone esta elección, con todo,<br />

esos vuestros documentos auténticos, de origen humano -si es que los hubo-, debieron<br />

ser demostrados a aquella Iglesia, a la que confirman los documentos divinos.<br />

Falta de pruebas<br />

LXVIII. 78. Dime, te conjuro, pero procura no lanzar nieblas a los ojos de los ignorantes,<br />

acusando a la Dialéctica, ya que no puedes convencer de traditores a los que acusas;<br />

dime, te ruego, esta vuestra causa, con vuestros documentos verdaderos, ¿ha sido<br />

presentada al juicio de las Iglesias transmarinas fundadas por el trabajo de los Apóstoles,<br />

o no ha sido presentada? Si fue presentada, ¿vencisteis o fuisteis vencidos en el juicio? Si<br />

decís que habéis vencido, ¿por qué no habéis permanecido en la comunión con las Iglesias<br />

en cuyo juicio salisteis vencedores? Pero si, como lo indica claramente el haberos salido de<br />

su comunión, habéis sido vencidos, ¿por qué litigáis con nosotros por la pérdida de la<br />

buena o mala causa, siendo vuestro mayor crimen el descargar sobre el orbe cristiano el<br />

crimen de los traditores, a los cuales, aun presentando documentos verdaderos, no<br />

lograsteis dejar convictos en el juicio de las Iglesias transmarinas porque en una causa en<br />

que no pudo intervenir prefirió creer a los jueces antes que a los acusadores vencidos? No<br />

sois, por tanto, culpables por haber perdido una causa buena, como vosotros decís, en un<br />

juicio transmarino, sino por no haber tenido la menor duda de recriminar el crimen de los<br />

culpables y, concediéndoos mucho, de los jueces a tantos pueblos cristianos tan<br />

ampliamente extendidos por todas las naciones. Permaneciendo unidos a su comunión<br />

como al grano del Señor, debisteis soportar a esos varones que, como decís, fueron<br />

traditores y a aquellos, según vuestra opinión, malos jueces, a tenor de las letras<br />

evangélicas 64 y también de la amonestación de Cipriano, hasta el tiempo de la bielda, a<br />

fin de no perecer por dejar la era.<br />

Pero si aquella vuestra causa no fue presentada al juicio de las Iglesias transmarinas con

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