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SAN AGUSTIN. OBRAS

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Señor, no renace del agua y del Espíritu, no entrará en el reino de Dios 35 . Y así vemos a<br />

veces que, a pesar de los buenos méritos de los fieles, no se concede a los hijos entrar con<br />

sus padres en el reino de Dios. Estos niños mueren sin haber sido regenerados, y, no<br />

obstante el vivo deseo de sus padres y la rapidez en acudir el ministro de los sacramentos,<br />

el Dios de todo poder y de toda misericordia no permite sea retrasada su muerte para que<br />

estos niños, nacidos de padres cristianos, puedan ser, bautizados antes de abandonar esta<br />

vida, y ser una pérdida para el reino de Cristo y para sus padres. Estos niños mueren,<br />

pues, antes de ser bautizados, mientras algunos hijos de infieles, blasfemadores de la<br />

gracia de Cristo, llevados de la mano por cristianos, por una admirable providencia de<br />

Dios, reciben esta gracia y son separados de sus padres impíos para ser incorporados al<br />

reino de Dios.<br />

Si te preguntamos qué clase de justicia es ésta, cierto no la encontrarás en aquel<br />

dialéctico y filosófico discurso en el que te parece haber disputado en profundidad y con<br />

elegancia suma acerca de la justicia de Dios. Pero el Señor conoce los pensamientos de los<br />

sabios, pues son vanos 36 , y esconde sus secretos a los sabios y prudentes y los revela a<br />

los pequeños 37 ; es decir, a los humildes que confían en el Señor, no en sus fuerzas, cosa<br />

que tú nunca has tenido o, al menos, ahora no la tienes.<br />

Si quieres saber cuándo y dónde se concede al hombre el no poder pecar, busca en la<br />

recompensa que después de esta vida recibirán los santos. Esto si no crees que por la<br />

malicia del pecado ha perdido el hombre el libre albedrío, del que podía servirse para<br />

hacer el bien. Escucha al que dice: No hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco<br />

38 . Pero vosotros no queréis que este mal venga de una fuente viciada, sino de una mala<br />

costumbre avasalladora, y, en consecuencia, confesáis que el libre albedrío perece sólo por<br />

su mal uso. Y no admitís que este gran pecado, más enorme que toda mala costumbre,<br />

haya podido viciar el libre albedrío en la naturaleza humana, como si sólo una mala<br />

costumbre pudiera viciar al hombre y le hiciera decir que quiere el bien, sin poderlo<br />

realizar. Existe una libertad dada al hombre que permanece siempre en la naturaleza, y es<br />

esta voluntad la que nos hace querer ser felices y no podemos no quererlo. Pero esto no<br />

basta para ser feliz, pues no nace el hombre con esta libertad inmutable del querer, por el<br />

cual pueda y quiera hacer el bien; así como es en él innato el deseo de la felicidad; bien<br />

que todos ansían, incluso los que no quieren vivir bien.<br />

El mal uso del libre albedrío deterioró la libertad<br />

13. Jul.- "¿Qué hemos logrado? Una de dos: es necesario admitir o confesar que Adán<br />

recibió de Dios una naturaleza buena, inadmisible por un pecado voluntario, y, en<br />

consecuencia, abandona tu pecado natural, o sostén, como lo haces, que Adán es causa de<br />

todos los males de nuestra naturaleza; di, pues, sin rebozo que su naturaleza era pésima y<br />

que es obra de vuestro Dios; el tuyo y el de Manés".<br />

Ag.- No sucedió como imaginas haber sucedido; lo hemos demostrado en nuestra anterior<br />

respuesta. La cuestión entre nosotros era saber si por un mal uso de su libre albedrío se<br />

deterioró la libertad del hombre hasta el extremo de que el que hace el mal sea incapaz de<br />

hacer el bien si no es sanado por gracia. Omitiendo otras muchas cosas que dije en mi<br />

respuesta, topamos con un hombre que dice con la suprema autoridad de las Escrituras:<br />

No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero 39 . En estas palabras, el libre<br />

albedrío aparece con claridad deteriorado por su mal uso. No quiere esto decir que el<br />

hombre, antes del pecado, haya usado mal del libre albedrío en aquella felicidad<br />

paradisíaca, dotado como estaba el hombre de una gran facilidad para el bien.<br />

Vosotros os guardáis mucho de atribuirlo a la naturaleza viciada del primer hombre; para<br />

vosotros, esto viene de una mala costumbre que subyuga al hombre, que quisiera vencerla<br />

y no puede, no encontrando en él libertad completa para hacer el bien, y se ve forzado a<br />

lamentarlo; como si el hombre que sufre la tiranía de un mal hábito y le haga pedir a Dios<br />

verse libre, no demostrase que su naturaleza es flaca. Porque el que así habla añade:<br />

Siento otra ley en mis miembros, opuesta a la ley de mi mente, y me encadena a la ley del<br />

pecado, que está en mis miembros. ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo<br />

de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor 40 . Interpretad como queráis<br />

este cuerpo de muerte; sin embargo, al hablar así constata un debilitamiento del libre<br />

albedrío, debilidad en nuestra naturaleza; y desea, por la gracia de Dios, verse libre de<br />

este cuerpo de muerte, que le impide hacer el bien e impele a hacer el mal que aborrece.

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