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SAN AGUSTIN. OBRAS

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consta que obraron de acuerdo con las leyes en cuanto, mediante el poder judicial o<br />

ejecutivo, hicieron por la unidad contra el furor obstinado de aquéllos (donatistas), leyes<br />

que ellos mismos, al llevar la causa de Ceciliano ante el tribunal del emperador, obligaron<br />

a que fueran dadas y aplicadas contra sí mismos.<br />

Entre tantas otras menudencias, no relacionadas en absoluto con la cuestión, dice que yo<br />

fui castigado por una sentencia del procónsul Mesiano a huir de África; y con motivo de<br />

esa falsedad, que si no inventó él mismo, al menos aceptó malévolamente de los<br />

malévolos que la inventaron, cuántas otras muchas falsedades no tuvo reparo<br />

consecuentemente no sólo en decir de cualquier modo, sino aun de escribir con pasmosa<br />

temeridad; para entonces yo había ido a Milán ante el cónsul Bauton, y en mi calidad de<br />

retórico había cantado en las calendas de enero el panegírico en honor de este cónsul en<br />

una gran reunión y ante las miradas de tantos, y había vuelto a África tras aquel viaje<br />

después de la muerte del tirano Máximo; y el procónsul Mesiano había interrogado ya a los<br />

maniqueos después del consulado de Bauton, como lo muestra la fecha de las actas<br />

puesta por el mismo Petiliano. Si fuera necesario demostrar estas cosas a los que dudan o<br />

a los que creen lo contrario, podría ofrecer muchos personajes ilustres y de categoría<br />

como testigos de todo aquel tiempo de mi vida.<br />

Petiliano evita responder a la cuestión planteada<br />

XXVI. 31. Mas ¿para qué andar con estas pesquisas, para qué soportar y colaborar en<br />

estos superfluos retrasos? ¿Acaso vamos a encontrar por ahí cómo puede ser purificada la<br />

conciencia del que ignora estar manchada la del que lo da y cómo recibe la fe el que sin<br />

saberlo es bautizado por un infiel? Esto es a lo que Petiliano se propuso responder de mi<br />

carta, y dijo lo que le plugo y bien diferente de lo que exigía la cuestión. ¡Cuántas veces<br />

dijo: "si lo ignorabas", como si yo hubiera dicho lo que nunca dije, que yo había ignorado<br />

la conciencia del que me bautizó, y con su boca perversa no pareció haber hecho otra cosa<br />

sino parecer convencerme de que yo no había ignorado las malas acciones de aquellos<br />

entre quienes fui bautizado y a cuya comunión me asocié, comprendiendo bien, por otra<br />

parte, que mi ignorancia no me hacía culpable!<br />

Así, pues, si yo lo ignoraba, como no se cansó de repetir, sin duda estaría libre de todos<br />

estos males. ¿Cómo, pues, me purificaría, yo que, desconociendo la conciencia del que lo<br />

da indignamente, no podía en modo alguno ser perjudicado por sus pecados, y cómo<br />

recibiría la fe si era bautizado sin saberlo por un infiel? No repitió en vano tantas veces:<br />

"Si lo ignorabas"; pretendía que no me juzgara a mí mismo inocente, manifestando sin<br />

duda alguna que no se viola la conciencia de nadie que, sin saberlo, recibe la fe de un<br />

infiel y desconoce la conciencia manchada del que lo da indignamente.<br />

Díganos, pues, cómo se purifican los tales, cómo reciben la fe, no la culpa. Pero que no<br />

nos engañe: dígalo, no diga muchas palabras sin decir nada o, más bien, sin decir nada<br />

nos atosigue con palabras.<br />

Además, como viene a la mente y no se debe pasar por alto, si yo soy culpable porque no<br />

lo ignoré, para usar de su manera de hablar, y no lo ignoré porque soy africano y ya casi<br />

viejo por la edad, no sean culpables al menos los niños de las otras tierras en todo el orbe,<br />

que no pudieron por su pueblo o por su edad conocer estas vuestras objeciones<br />

verdaderas o falsas, y que, sin embargo, si caen en vuestras manos, serán rebautizados<br />

sin miramiento alguno.<br />

La respuesta de Petiliano<br />

XXVII. 32. Pero no es esto de lo que se trata ahora. Responda más bien a aquello de lo<br />

que con tales digresiones se aleja para no responder: cómo se purifica la conciencia del<br />

que lo recibe si ignora que, está manchada la del que lo da, si se ha de tener en cuenta la<br />

conciencia del que lo da dignamente para que se purifique la del que lo recibe; y cómo<br />

recibe la fe el que sin saberlo es bautizado por un infiel, si quien, sabiéndolo, recibe la fe<br />

de un infiel, no recibe la fe sino la culpa.<br />

Pasando, pues, por alto las acusaciones que sin consideración alguna lanzó sobre mí<br />

vamos a esperar por si responde a esas preguntas en lo que explique después. Aunque<br />

bien se echa de ver la garrulería con que las ha propuesto, como si las fuera a erradicar y<br />

destruir. Dice: "Pero tornemos al argumento de tu fantasía, en el que te parece describes

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