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SAN AGUSTIN. OBRAS

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De la profecía y bendición que recibió Isaac, del mismo modo que su<br />

padre, la cual fue por respeto a los méritos y<br />

caridad del mismo padre<br />

Recibió también Isaac una profecía como la había recibido en<br />

diferentes ocasiones su padre, de la cual dice así la<br />

Escritura: «Sobrevino en la tierra una hambre, además de la que<br />

sobrevino en tiempo de Abraham, y se trasladó Isaac a<br />

Gerara, donde gobernaba Abimelech, rey de los filisteos, y<br />

apareciéndosele el Señor, le dijo: No desciendas a Egipto, pero<br />

habita en la tierra que yo te señalare; vive en esta tierra; yo<br />

estaré contigo y te echaré mi bendición, porque a ti y a tus descendientes<br />

tengo de dar toda esta tierra y cumpliré el juramento que<br />

hice a tu padre Abraham; multiplicaré tu descendencia como<br />

las estrellas del cielo, les daré toda esta tierra y serán benditas<br />

en tu descendencia todas las naciones de la tierra, porque<br />

obedeció Abraham a mi voz, observó mis preceptos, mis mandatos, mis<br />

justificaciones y mis leyes.» Este patriarca tuvo otra<br />

mujer ni concubina alguna, sino que se contentó con la descendencia<br />

que tuvo en los dos gemelos que de un parto le dio a luz<br />

su esposa. También receló que la hermosura de ésta padeciese algún<br />

peligro viviendo entre extraños, e hizo lo que su padre,<br />

publicando que era su hermana y ocultando el que era su mujer, la que<br />

era asimismo parienta suya de parte de su padre y de<br />

su madre; pero, sin embargo, quedó intacta y libre de la liviandad de<br />

los extraños, sabido ya que era su mujer.<br />

No debemos, sin embargo, preferirle y anteponerle a su padre porque<br />

no conoció a otra que a su mujer propia; y, sin<br />

duda, los méritos de la fe, obediencia y sumisión de su padre, pues<br />

dice Dios que, por respeto a él, hace a Isaac los beneficios<br />

que le dispensa. «Serán benditas, dice, en tu descendencia todas las<br />

naciones de la tierra, porque obedeció Abraham a mi voz<br />

y guardó mis preceptos, mis mandatos, mis justificaciones y mis<br />

leyes.; y en otra profecía: «Yo, dice, soy Dios de Abraham, tu<br />

padre; no temas, porque yo estaré contigo; te he echado mi bendición<br />

y multiplicaré tu descendencia por respeto y afecto a tu<br />

padre Abraham.; para que entendamos lo primero cuán castamente hizo<br />

Abraham lo que los impuros y lascivos, que pretenden<br />

'justificar sus liviandades con la autoridad de las sagradas letras,<br />

creen que practicó por efecto de algún apetito torpe; lo<br />

segundo, para que también sepamos cómo hemos de comparar las personas<br />

entre sí, no por alguna cualidad o prenda singular<br />

que cada uno tenga particularmente, sino que en cada uno debemos<br />

considerarlo y ponderarlo todo; porque puede suceder<br />

que uno tenga en su vida y costumbres cierta gracia, en que se<br />

aventaje a otro y que ésta sea mucho más excelente que<br />

aquella en que el otro le excede.<br />

Y así, aunque con sano y cuerdo juicio, se prefiera la continencia al<br />

matrimonio, sin embargo, es mejor el hombre fiel<br />

casado que el infiel continente. Pues el infiel no sólo es menos<br />

dignó de elogio, sino muy reprensible.<br />

Supongamos a ambos fieles y buenos; aun así, seguramente es mejor el<br />

casado fiel y obediente a Dios que el<br />

continente de menos fe e incrédulo y menos obediente; pero si en las<br />

demás cualidades son iguales, ¿quién duda preferir el<br />

continente casado?<br />

CAPITULO XXXVII<br />

Lo que se figura místicamente en Esaú y Jacob<br />

Los dos hijos de Isaac, Esaú y Jacob, igualmente iban creciendo; pero<br />

la primogenitura del mayor se transfiere al menor<br />

por pacto y convención que hubo entre ellos; porque al mayor le<br />

acometió un desordenado apetito de comer lentejas, que el<br />

menor había condimentado para sí; y por ellas vendió a su hermano,<br />

con juramento, su derecho de primogenitura. En cuyo

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