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SAN AGUSTIN. OBRAS

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mujer traspasar los límites de las buenas costumbres?<br />

Hemos visto por experiencia en los casamientos de primos en nuestros<br />

tiempos, por el grado de parentesco próximo al<br />

de hermano, cuántas veces se rechazaba por buena costumbre lo que era<br />

lícito hacer según las leyes; porque esto, ni la divina<br />

lo prohibió, ni la humana lo había vedado. Sin embargo, rehusaban lo<br />

que era lícito por lindar con lo ilícito, pues lo que se hacía<br />

con la prima casi parecía que se hacía con la hermana, porque aun<br />

entre sí, por el parentesco tan cercano, se llaman<br />

hermanos, y lo son casi como nacidos de un padre y de una madre.<br />

No obstante, los padres antiguos tuvieron mucho cuidado y diligencia<br />

para que el parentesco que se iba paulatinamente<br />

apartando y dirimiendo, extendiéndose por las ramas, no se alejase<br />

demasiado y dejase de ser parentesco, tornando a unirlo<br />

de nuevo con el vínculo del matrimonio antes que se alejase mucho y<br />

restaurándole cuando en cierto modo iba ya<br />

desapareciendo.<br />

Y así, estando ya el mundo poblado de hombres, gustaban de contraer<br />

matrimonio, aunque no con hermanas de parte<br />

de padre o de madre, o de ambos, sí con mujeres de su linaje. ¿Y<br />

quién duda que con más decoro, y honestidad se prohiben<br />

también en este tiempo los casamientos entre primos, no sólo por lo<br />

que hemos dicho del acrecentamiento y multiplicación de<br />

afinidades, para que no tenga dos parentescos una sola persona,<br />

pudiéndolos tener dos y crecer el número de la proximidad,<br />

sino también porque, no sé cómo, la modestia humana tiene cierta<br />

cualidad natural y loable que refrena el apetito, realmente<br />

libidinoso, no uniéndose con aquella a quien, por razón de la<br />

proximidad, debe tener con pudor un honroso respeto, apetito del<br />

que se ruboriza aún la modestia y honestidad de los casados? Así<br />

pues, la unión del varón y de la mujer, por lo que toca al<br />

linaje humano, es el semillero de la ciudad; aunque sólo la ciudad<br />

terrena tiene necesidad de generación, y la celestial, de<br />

regeneración para libertarse del daño de la generación.<br />

Si hubo alguna señal corporal y visible de regeneración antes del<br />

Diluvio, y si la hubo cuál fue, así como después impuso<br />

Dios a Abraham la circuncisión, la Sagrada Historia no lo insinúa.<br />

Con todo, no deja de decir que sacrificaron a Dios aquellos<br />

antiquísimos hombres, como se observó ya en los dos primeros<br />

hermanos.<br />

Y de Noé; después del Diluvio, leemos que luego que salió del Arca<br />

ofreció a Dios hostias o víctimas y sacrificios. De esto<br />

ya hemos hablado en los libros precedentes, diciendo que los demonios<br />

que se apropian y atribuyen la divinidad y desean que<br />

los tengan por dioses, quieren que les ofrezcan sacrificios y se<br />

complacen de tales honores, no por otro motivo sino porque<br />

saben que el verdadero sacrificio se debe solamente al Dios<br />

verdadero.<br />

CAPUULO XVII<br />

De los dos padres y jefes que nacieron de un padre<br />

Siendo, pues, Adán padre y cabeza le ambas generaciones, esto es, de<br />

la que pertenece a la ciudad terrena y de la que<br />

toca a la celestial, muerto Abel, y habiendo en su muerte figurado un<br />

admirable Sacramento y misterio, vinieron a ser dos los<br />

padres y progenitores de una y otra generación, Caín y Seth, en cuyos<br />

hijos, que fue indispensable nombrarlos, comenzaron<br />

mostrarse con más evidencia en la humana estirpe los indicios y<br />

señales de estas dos ciudades; porque Caín engendró a<br />

Enoch, de cuyo nombre fundó una ciudad terrena, es a saber, la que no<br />

peregrina en este mundo, sino la que reposa y<br />

descansa en su temporal paz y felicidad; pues interpretada la palabra<br />

Caín, quiere decir posesión, y así; cuando nació, dijeron

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