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SAN AGUSTIN. OBRAS

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entre los celestiales? Finalmente, dice que declaró el mismo<br />

oráculo que los principios no podían purificar, porque habiendo dicho<br />

que los sacramentos de la Luna y del Sol no purificaban<br />

no entendiese alguno que valían para purificar los sacramentos de<br />

algún otro de la turba de las vanas deidades. Ya sabemos<br />

qué es lo que entiende por principios, como platónico que es. Porque<br />

entiende a Dios Padre y a Dios Hijo, a quien el estilo<br />

griego llama entendimiento paterno o mente paterna; sobre el Espíritu<br />

Santo, o nada dice, o no lo dice expresamente, aunque no<br />

comprendo de quién pueda decir que es medio entre éstos. Pues si<br />

quisiera que entendiéramos la tercera naturaleza, que es la<br />

del alma, como la infiere Plotino cuando disputa de las tres<br />

principales sustancias, sin duda que no le llamara medio entre éstos,<br />

es decir, medio entre el Padre y el Hijo; porque Plotino pospone la<br />

naturaleza del alma al entendimiento paterno, y Porfirio,<br />

cuando la llama medio, no la pospone, sino que la interpone.<br />

Efectivamente, dijo estas expresiones como pudo o como quiso,<br />

señalando con ellas lo que nosotros llamamos Espíritu Santo; Espíritu<br />

no sólo del Padre ni sólo del Hijo, sino de ambos, pues los<br />

filósofos hablan con más libertad y con los términos que les agrada,<br />

sin reparar en si ofenden en los asuntos difíciles de<br />

comprender los oídos religiosos y escrupulosos; pero nosotros no<br />

podemos hablar sino con términos muy limitados y precisos<br />

porque la libertad en el decir no engendre alguna impía opinión en<br />

los objetos que con ella significamos.<br />

CAPITULO XXIV<br />

Del único y verdadero principio que purifica y renueva la humana<br />

naturaleza<br />

Así que nosotros no decimos que hay dos o tres principios cuando<br />

hablamos de Dios, así como tampoco nos es lícito decir que<br />

hay dos o tres dioses, aunque hablando de cada uno en particular o<br />

del Padre, o del Hijo, o del Espíritu Santo, confesamos<br />

también que cada uno es Dios, y sin embargo, no decimos lo que los<br />

herejes sabelianos, que el Padre es el mismo que el Hijo,<br />

y que el Espíritu Santo es el mismo que el Padre y el Hijo, sino que<br />

el Padre es Padre del Hijo, y el Hijo, Hijo del Padre, y que el<br />

Espíritu Santo ni es Padre, ni hijo del Padre y del Hijo, por cuya<br />

razón dijeron con verdad que no se purifica el hombre sino con<br />

el principio, aunque los sabelianos, en su modo de explicarse,<br />

pusieron los principios en plural.<br />

Pero como Porfirio estaba sujeto a las envidiosas potestades, de<br />

quienes, por una parte, se avergonzaba, y, por otra, no se<br />

atrevía a reprenderlas ni redargüirlas libremente, no quiso entender<br />

que nuestro Señor Jesucristo era el principio con cuya<br />

soberana Encarnación nos purificamos, porque le despreció en la misma<br />

carne que tomó para que sirviese de sacrificio para<br />

nuestra purificación, no comprendiendo afectivamente aquel grande e<br />

incomprensible Sacramento por estar lleno de la soberbia,<br />

que Cristo abatió con su humildad, siendo verdadero y benigno<br />

mediador, manifestándose a los mortales en aquella mortalidad<br />

que por libertarse de ella los malignos y engañosos medianeros con<br />

extraordinaria arrogancia se ensoberbecieron y<br />

prometieron a los miserables mortales, como inmortales, su engañoso y<br />

frívolo favor y ayuda. Así, que este mediador bueno y<br />

verdadero nos manifestó y enseñó que el pecado es únicamente lo que<br />

es malo, no la sustancia de la carne o la misma<br />

naturaleza, la cual pudo recibir sin mácula de pecado con el alma del<br />

hombre, y pudo retenerla y dejarla con la muerte y<br />

mudarla en mejor estado con la resurrección, mostrándonos de paso que<br />

la misma muerte, aunque fuese pena merecida por el<br />

pecado, la cual quiso el mismo Dios satisfacer por nosotros (no<br />

obstante de estar indemne del más mínimo pecado), no se debía<br />

ejecutar aun cuando se pudiese, pecando, antes, si fuese posible, se

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