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SAN AGUSTIN. OBRAS

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suspensos los corazones de todos sobre el resultado de asamblea tan importante. Y<br />

entonces sucede que personajes bien escogidos y elocuentes emplean los poderosísimos<br />

recursos, con que debía llevarse a cabo un proceso, en procurar que no se lleve a cabo.<br />

Solicitan que se discuta sobre las personas según la norma forense, cuestión interminable<br />

en la que acostumbraron los litigantes a consumir tiempo y más tiempo. En esta audiencia<br />

tuvieron ellos que reconocer que los católicos habían redactado su mandato apoyándose<br />

en testimonios divinos más que en fórmulas forenses, y prometieron que ellos igualmente<br />

darían su respuesta apoyándose en las Escrituras. Y como por un admirable socorro hizo<br />

Dios que al cuestionar la personalidad del demandante, a fin de no llegar a la causa, fue la<br />

misma averiguación del demandante la que la puso delante; gritan los ilustres personajes,<br />

que al parecer habían sido elegidos para discutir, y atestiguan que han sido elegidos más<br />

bien para no intervenir, y se quejan maliciosamente al juez de que poco a poco han sido<br />

llevados al fondo de la cuestión; como si pasando por alto lo demás, debiera llevarse a<br />

cabo algo muy diferente de lo que con tal empeño rechazaban se realizara después o más<br />

tarde, ya que no querían se tratara en absoluto aquello en que temían ser vencidos. ¿<br />

Quién podría extirpar de su corazón cerrado la voz tan evidente del temor, no digo si les<br />

obsequiáramos con prodigalidad sin límites, sino incluso si los atormentáramos con<br />

cruelísimos tormentos?<br />

44. Con palabrería quisquillosa presentaron la cuestión de la persona de los demandantes,<br />

para poder así discutir jurídicamente nuestras personas y encontrar retrasos incluso de<br />

años; leyeron un escrito que habíamos hecho al cónsul tiempo hacía ya, en el cual<br />

solicitábamos un encuentro común, con el fin de que tuviera lugar entre nosotros esta<br />

conferencia que al presente conseguimos del emperador se llevara a cabo, y por esta<br />

petición intentaban demostrar que éramos nosotros los demandantes.<br />

Respondimos nosotros que siempre habíamos querido se celebrara la asamblea, no para<br />

echarles en cara sus crímenes, sino para justificarnos de los que ellos nos reprochaban:<br />

por esto, en efecto, han llegado a ser herejes y a separarse de la unidad de la Iglesia:<br />

porque nos achacan crímenes que no pueden probar.<br />

Después le pareció al juez seguir el orden cronológico, y antepuso a las actas que nosotros<br />

habíamos presentado, según las cuales también ellos habían solicitado de los prefectos la<br />

conferencia; antepuso, digo, nuestro escrito, presentado por ellos precisamente porque<br />

era anterior cronológicamente a aquellas actas prefectoriales. Presentada esta<br />

oportunidad, obtuvimos del juez con toda facilidad y justicia que, si se daba preferencia a<br />

lo que constaba era anterior cronológicamente, ordenase que se leyesen más bien las<br />

actas en que por medio del procónsul Anulino acusaron ante el emperador Constatino a<br />

Ceciliano, cuyos crímenes achacan a nuestra comunión, de los cuales queríamos<br />

justificarnos en aquella conferencia.<br />

Así, pues, cuando comenzó la lectura, como allí se veían clarísimamente vencidos en toda<br />

línea, comenzaron a gritar: "Poco a poco nos introducen en la causa", y también: "Bien ve<br />

tu fuerza que poco a poco nos llevan al fondo de la cuestión". ¡Qué confusión tan grande,<br />

aunque nada sorprendente! ¿Cuándo podría el demonio temer a un exorcista como<br />

temieron éstos que se diera lectura a aquellos procesos en que aparecía Ceciliano acusado<br />

por sus antecesores ante el emperador y absuelto, no sólo por tantos jueces episcopales,<br />

sino hasta por los imperiales?<br />

45. ¿Cuándo y a qué precio hubiéramos podido comprar el que, turbados por el mismo<br />

temor, se atrevieran a retornar aun a su prescripción del tiempo, según la cual dijeron que<br />

la causa ya había prescrito y que ya no podía en absoluto tratarse pasados los cuatro<br />

meses? ¿Qué es esto? ¿Qué indicio del estado de un espíritu se puede encontrar tan a<br />

propósito como este temor tan manifiesto, tan claro, pues soliendo el temor quitar la<br />

libertad, éstos han temido tan libremente, que lejos de cubrir con el silencio el juicio de su<br />

mala causa lo manifiestan con palabras tan claras? ¡Qué temor tan vehemente que llega a<br />

arrancar la confesión! Salió de su boca el temor con tal fuerza que con su ímpetu huyó de<br />

su rostro el pudor. Si no se hubiesen leído los documentos que demostraban que Ceciliano<br />

había sido condenado y justificado, se había buscado a los demandantes del proceso, se<br />

hubiesen discutido las personas, y se habrían levantado, tergiversándolas, ridículas<br />

trampas de demora para que no se llegase a la causa en sí; sin embargo, parecían<br />

solicitarse con justo derecho aun estos extremos relacionados con la causa a tratar.<br />

Cuando se presentó para su lectura la causa tan excelente de Ceciliano, se acude de nuevo

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